"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pen, opta -simultáneamente- por todas..."

jueves, 29 de noviembre de 2012

VI Edición Premio UBA 2012: ¡Ganador!

¡Hola a tod@s!
Quiero expresar mi enorme alegría por haber merecido por el blog LITERATURA 5 que realizamos el año pasado junto con los chicos de Sexto año de la NES el PRIMER PREMIO en el VI Concurso UBA en la categoría Edublogs entre 357 participantes.
Estos reconocimientos (a los que tan poco acostumbrados estamos los docentes) nos confirman que tenemos la suerte de ejercer la mejor profesión de este mundo que consiste apenas en hacer que el otro dé a luz lo que ya está de algún modo en su interior.
Transcribo el e-mail que me trajo noticia tan feliz:

"Estimados,

Tenemos el agrado de informarles que el blog Literatura 5 ha sido seleccionado como ganador del 1° premio en la Categoría Blogs en el Aula / Escuelas Secundarias del primer concurso de blogs educativos organizado en la Universidad de Buenos Aires en el marco de la 6° edición del Premio UBA.
Les comentamos que las profesoras Mariana Maggio; Adjunta Regular de la Cátedra Fundamentos de Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Letras; y Daniela Bruno; Secretaria Académica de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales; evaluaron los blogs finalistas.
Medalla Premios UBA
Les adjuntamos dos banners que los acredita como blog ganador del 1° premio. Pueden optar por usar el que mejor se adapte al diseño de su blog.
La entrega de premios, a la cual están cordialmente invitados, será el 17 de diciembre a las 11.00 en el Centro Cultural "Rector Ricardo Rojas", Avenida Corrientes 2038, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Atentamente,
Lic. Pablo Lerner
Subsecretaría de Relaciones Institucionales y Comunicación"

lunes, 8 de octubre de 2012

"Cornelia frente al espejo" frente al espejo

 ¿Es posible llevar al cine un texto literario? Sí, es posible. Así lo han demostrado cantidades de películas que han trabajado con enormes textos literarios y los han llevado al cine de manera más o menos exitosa. Ahora, ¿es posible llevar al cine un cuento como "Cornelia frente al espejo" de Silvina Ocampo y seguir haciendo cine? ¿Qué pasa cuando el cine más que cine es literatura para ver? ¿Qué pasa cuando todavía tenemos la impresión de estar leyendo antes que estar viendo cine? Pasa la sorpresa, la sensación incierta de estar leyendo imágenes y voces ya escuchadas, ya imaginadas, ya entrevistas hace tiempo en eso que crece entre las letras y el sujeto que lee. Y como toda sorpresa, desestabiliza, vuelve extraño aquello que hasta un instante nos resultaba tan familiar: el simple hecho de que la literatura es literatura y el cine es cine. En Cornelia frente al espejo de Daniel Rosenfeld se desdibujan los límites entre palabras e imágenes, entre diálogo y guión, entre música y poema, entre leer y mirar... 
Eugenia Capizzano es, efectivamente, Cornelia. Aun cuando la fotografía, la elección de los objetos y de la casa logran el clima fantasmal y único que ha sabido generar la escritora a lo largo de sus textos, no cabe la menor duda de que la interpretación de la protagonista hace la diferencia entre la sensación de estar viendo el cuento de Silvina Ocampo o de estar viendo una lectura más.  
Y la película es el espejo que de pronto es "a través" y es puerta al otro yo y al otro y al otro y al otro... Una casa que habla a través de sus paredes, de sus cuadros antiguos y callados donde habitan fantasmas: los propios, los ajenos —que son también los propios y los ajenos Los objetos que cobran vida como las imágenes, como los muertos, como las muñecas de piedra: un televisor que encierra al cisne que muere bailando, una caja de música antigua que llora, gime, expresa la alegría y el dolor de estar a punto de morir, a punto de vivir... Y hasta el vestido que lleva puesto Cornelia es el vestido de Cornelia, con cierre al costado como los de mamá, como los de las tías, con amplia falda clara que planea en el aire y que vela y revela las formas de un cuerpo que ya no quiere ser más y, sin embargo, quiere seguir siendo: 
"¿Qué piensa hacer con el cadáver? ¿Piensa cortarlo en pedacitos? ¿Piensa dejarme aquí tendida en el suelo? ¿Sabe usted que hay ratones en esta casa y que podrían desfigurarme? ¿Si resolvieran comer la punta de mis dedos? ¿Si me dieran un mordisco en la nuca o en la garganta? ¿Usted se da cuenta el dolor que yo sentiría?
Los muertos no sienten nada, señorita.
Eso es lo que usted cree, señor. Los muertos son muy sensibles. Sienten todo. Son más lúcidos que nosotros. Si usted les ofrece carne o vino no lo apreciarán, pero hágales oír música o regáleles perfume, y verá. Nunca están distraídos."

Juego de dobles, de dobles conocidos, de dobles otros, Cornelia frente al espejo, la película de Daniel Rosenfeld, es también el doble de "Cornelia frente al espejo", el cuento de Silvina Ocampo: su espejo, su muñeca de piedra, su fotografía, su amante y su asesino. Es cine para leer, literatura para mirar. Es Cornelia que, frente a sus espejos, está a punto de morir para empezar a sentir esto que no es cine, que no es literatura, es otra cosa...
Hasta la próxima.

martes, 2 de octubre de 2012

Días de vinilo: una reivindicación del lugar común


Los discos de vinilo son ya casi un lugar común de la nostalgia. Si a esto le agregamos el clásico final feliz de la comedia de amor,  una historia de cuatro amigos cercanos a los cuarenta, unidos por la música y por sus frustradas relaciones con el sexo opuesto y la trillada asociación de seguir- insistiendo-en-la-música con la incapacidad de madurar y, contrariamente,  casamiento o formalización de pareja  con  el pasaje a la adultez, el resultado podría llegar a ser desolador… Y sin embargo, el resultado es una comedia exquisita, por momentos desopilante, que coloca al lugar común en el centro de la escena para darlo vuelta y convertirlo en objeto de disección.
Días de vinilo, la nueva película de Gabriel Nesci (Ver trailer aquí) es una comedia inteligente, con un guión impecable y actuaciones sobresalientes que nadie debería dejar de ver (quien haya visto la serie televisiva Todos contra Juan del mismo realizador, podrá ir haciéndose una idea de lo que estoy hablando). Damián (Gastón Pauls), un guionista frustrado anclado en la comedia de amor pasatista, Facundo (Rafael Spregelburd), un ex compositor dedicado a vender parcelas en un cementerio privado, Marcelo (Ignacio Toselli), un John Lennon petiso y desarticulado, empecinado en ganarse un viaje a Liverpool a través de la competencia de su banda tributo, y Luciano (un impecable Fernán Mirás), un disk jockey obsesivo y paranoico que tiene un programa de radio, son los protagonistas de esta historia coral que dialoga a un tiempo con Woody Allen y con Abel Santa Cruz.
Damián, abandonado por Ana  (Carolina Peleritti), una fría y calculadora crítica de arte, conoce a Vera (una adorable Inés Efrón), sencilla y hasta naif que se atreverá a destrozar su nuevo guión desde el punto de vista del espectador común. La obvia parodia de las relaciones entre artista, crítica, mercado y público se ponen en evidencia a través de este personaje cuyo guión termina siendo, además, una especie de puesta en abismo de la propia película.
Por su parte, Marcelo, obsesionado por hacer funcionar su banda, cuyo único miembro vitalicio es él mismo, conoce de pronto a una colombiana con rasgos orientales, cuyas iniciales son Y.O. y ya no podrá salir de la encrucijada entre seguir sus sentimientos o continuar trabajando para la banda.
Luciano, enamorado obsesiva y patológicamente de Lila, una sensual y exitosa cantante de rock (Emilia Attias), que lo denigra permanentemente a través de todas y cada una de las formas que encuentra para hacerlo, sufre temporariamente una pérdida total de audición, que le niega la música, el único vínculo verdadero que puede establecer con la realidad.
Finalmente, Facundo es el único que ha sido capaz de mantener un vínculo amoroso durante más de diez años con Karina (Maricel Álvarez), la típica novia dominante y decidida con la que está a punto de contraer matrimonio. Pero claro, la “formalidad” le ha significado a Facundo la pérdida de la sensibilidad artística y lo ha convertido en un buen vendedor de la muerte.
Párrafo aparte merecen las intervenciones de Leonardo Sbaraglia como Leonardo Sbaraglia en busca de un guión que lo represente en sus diálogos con Pauls. Imperdibles.
A pesar de cierta recurrencia en los estereotipos femeninos que insisten en la existencia de mujeres ángeles (Efrón, Álvarez) y de mujeres demonios (Attias, Pelleritti), Días de vinilo logra hacer del lugar común un objeto artístico digno de las mejores comedias. Los guiños permanentes al mundo de la música de los setenta y los ochenta, la parodia bien lograda de las comedias de amor norteamericanas, la pregunta por las relaciones entre crítica y artista, entre artista y público, la puesta en abismo de la propia comedia y, por sobre todo, las enormes actuaciones y el excelente guión de Gabriel Nesci son los ingredientes que hacen de esta película, la prueba de que el cine argentino es también capaz de hacer excelentes comedias.
No se la pierdan.
Hasta la próxima.

Próxima entrega: Cornelia frente al espejo de Daniel Rosenfeld.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Infancia clandestina: cuando el maní con chocolate es una bala y es también metáfora del amor.

Te doy una canción como un disparo
como un libro, una palabra, una guerrilla
como doy el amor....
Silvio Rodríguez

Hay películas que, como los grandes libros, casi inmediatamente a poco de empezar, provocan la inteligencia y apelan al goce estético más distanciado, más mental, aunque no necesariamente menos pasional. Otras, en cambio, desde el principio, causan estupor, ese estupor visceral que nos pega en la piel antes que en la mente; que nos hiere en el cuerpo, antes que en la inteligencia, la estética y todo lo demás. En esos momentos mágicos, el pensamiento y la razón dan un paso atrás para dar lugar a la experiencia. Esto es precisamente lo que pasa y seguirá pasando hasta el final con Infancia clandestina, la primera película de ficción de Benjamín Ávila, basada en parte en la vida de su autor. Y es que Infancia clandestina es una historia sobre la ternura y el terror, sobre la violencia y el nacimiento del amor, sobre el modo en que un maní con chocolate bien saboreado puede ser metáfora de seducción y, al mismo tiempo, literalmente, puede ser escondite para las balas de la resistencia, del miedo y del terror frente a las circunstancias más violentas de nuestra historia.
La película relata la contraofensiva montonera de 1979 desde la perspectiva de un niño de 11 años, Juan (Teo Gutiérrez Moreno), tras la vuelta al país de sus padres montoneros (Natalia Oreiro y César Troncoso) después de cuatro años de exilio en Cuba. La estrategia de la mirada de un niño no es novedosa en este tipo de historias. La culpa es de Fidel, la película francesa de Julie Gavras (2006), por ejemplo, asume el mismo punto de vista infantil frente a la violencia y la organización clandestina; y todavía más atrás, también lo hace la inolvidable Postales de Leningrado, la película venezolana de Mariana Rondón (1999) que, como Infancia… apela a los dibujos para representar la mente infantil. Sin embargo, el efecto sobre el relato está tan bien logrado que cuesta pensar que no ha sido, en verdad, la primera en hacerlo.



Y es que por primera vez (a excepción tal vez de Los rubios de Albertina Carri), el cine nacional se sale del bronce y del museo para presentar a las víctimas de la última dictadura cívico militar ya no como héroes intocados sino como seres humanos, como los enormes seres humanos que fueron con sus miedos y sus ternuras, con sus terrores y desacuerdos internos tanto políticos como familiares. En este sentido, son imperdibles las discusiones del padre y el tío (“Esto también es parte de la lucha”, dice el tío Beto frente al reto del padre por el festejo del cumpleaños de Juan) y de la madre y la abuela (“¡Sos cagona!”, le dice la madre a la abuela cuando ésta propone llevarse a los nietos con ella, “¡Papá tenía razón!”) Y uno no sabe muy bien quién tiene razón. Tomamos partido por uno y, al segundo, tenemos la certeza de que es el otro quien está en lo cierto... Y creo yo que es éste el mayor logro de la película: no la mirada del chico, no la lucha armada, no la certeza de saber que la ficción guarda un límite impreciso con la realidad… sino la sensación que permanentemente tiene el espectador de estar encerrado ahí, en esa familia, en esa circunstancia, en ese escondite desde cuyos agujeros puede verse apenas recortado el afuera, pero también en esa paradoja de saber que sólo la resistencia puede garantizar el futuro de un presente desgarrador. Tal vez, esta mirada sólo es posible en este presente, tal vez la superación de esa mirada romántica sea la consecuencia de saber a ciencia cierta que quienes han provocado la época más violenta de nuestra historia del siglo XX están siendo juzgados y encarcelados. ¿Será que sólo después de la justicia puede volverse sobre la historia con una mirada más justa?
Los dibujos del increíble Andy Riva junto con las imágenes oníricas que representan la mirada de Juan son las herramientas más eficaces para lograr esa sensación. Ávila elige esos procedimientos en los momentos más dramáticos de la experiencia del niño: la primera bala que provoca la sangre del padre en la prehistoria allá por 1975, la muerte del tío Beto (un Ernesto Alterio impresionante) y la escena final que lo llevará de vuelta a su nombre y, paradójicamente, a su verdadera identidad. El mundo de la historieta como universo infantil, estalla en violencia en la imaginación del chico (¿o del adulto?) que a falta de imágenes “reales” (la lucha armada permanece siempre fuera de campo en el film) cobran vida en la mente infantil combinando dos mundos cuya mezcla penetra en los poros de la piel y en los oídos. La insistencia en los primerísimos planos que fragmentan los rostros y la respiración entrecortada que respiramos junto con Juan en los momentos más difíciles de la historia colaboran también con el efecto final.
Una cosa más: el problema de la identidad: Juan debe ser Ernesto; Ernesto debe reemplazar el acento cubano por el cordobés; Juan debe festejar su cumpleaños cuando cumple años Ernesto y Juan/Ernesto conocerá el amor en los tiempos del cólera, sabrá lo que es el amor en medio del espanto y nosotros sabremos que la vida pasa por esos momentos que dejan huella e historia. Lo demás… lo demás es sólo pasar…
No se la pierdan.
Hasta la próxima.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Bienvenida, Beatriz Sarlo, cuando nos hacés pensar...

Leo con entusiasmo en La Nación de hoy un artículo de Beatriz Sarlo que se titula: “La maldición argentina de ser hoy un representante de la clase media”. Y digo “con entusiasmo” porque me resulta un artículo inteligente, como la mayoría de las notas de esta reconocida intelectual. Porque ni bien empieza el artículo, ya tengo ganas de agarrar un lápiz para marcar aquello que me hace ruido o me gusta o en donde encuentro una cierta contradicción… Quiero decir, me entusiasma que me hagan pensar, discutir con quien me hace pensar, no con quien dice “conchuda”, “chorra”, “andate con Néstor”, “sobame el 44 % (sic) de ésta”,etc.
Contra muchos que salieron a denostar el artículo, yo quiero reivindicar de él algunos aspectos que no me parecen menores. En primer lugar, Sarlo reconoce abiertamente el odio de estos sectores cuando dice “se ha usado el lenguaje del odio contra los planes sociales y la asignación universal ("planes descansar" y "asignación para coger", entre otras frases), que no salió de la cabeza de Cristina, sino de una iniciativa presentada, hace años, por Elisa Carrió” (Eso sí, acá desconoce la diferencia entre planificar y ejecutar, un pequeño detalle, pero seguramente diría lo mismo en el primer peronismo, cuando se decía que las medidas de gobierno las había pensado Palacios, como si el hecho de su ejecución y de su puesta en marcha fuera una acción menor...)
La misma idea se repite en los tres párrafos finales y es algo que suscribo sin ninguna duda:
“Una vez más, éste es el drama. Detestar al kirchnerismo no produce política. Y hoy, en cualquier lugar del mundo, afirmar la primacía absoluta de los derechos individuales (yo hago lo que quiero con lo mío) es una versión patética y arcaica de lo que se cree liberalismo. 
Es injusto hacer responsables a los manifestantes de lo que les falta y les sobra a sus consignas. Su movilización indica que hay allí fuerzas dispuestas a jugar en el espacio público. 
La responsabilidad cae del lado de intelectuales y políticos que no articulamos una interpelación progresista, democrática y autónoma. No supimos escribir las cosas mejor que en Facebook.”
Otro acierto del artículo es, sin ninguna duda, el hecho de que no hay que minimizar la fuerza de las redes sociales ni banalizar el cacerolazo porque se convocó desde ese otro espacio comunicacional. De hecho, cuando a través de las redes surgió la famosa convocatoria de los oyentes de 678 allá por el 2009 todos lo vimos como un triunfo de la comunicación lateral frente a la centralidad de los medios. Supongo que acá pasó algo similar aunque con intereses contrarios: los “autoconvocados 678” pugnábamos por más política, mientras que los “autoconvocados” del jueves expresan la antipolítica a través del siempre efectivo “son todos chorros”, “que se vayan todos”, etc. De modo que no estoy de acuerdo en que se desestime o se niegue este modo de convocatoria sea del sector que sea. 
Como si esto fuera poco, reconoce también el dilema al que se enfrentan los caceroleros entre el modo de convocatoria “espontáneo” (las comillas son de ella) y una manifestación claramente política con consignas antipolíticas, pensamiento que escuché también en los programas de la TV pública a los que Sarlo llama "oficialistas".
Dicho esto, y acordando con su análisis de la contradicción entre los intereses de este sector y la falta de representación política con verdaderas propuestas superadoras por parte de la oposición, quiero discutir algunos conceptos que son los que me hacen ruido y no me permiten acordar del todo con mi querida ex profesora de Literatura argentina II de la universidad. 
Lo primero que me hace ruido es cierto uso de ciertas palabritas que ella usa a sabiendas de su fuerte carga semántica negativa por parte de la sociedad. Según ella, el periodismo “oficialista” (las comillas son mías) “hace una discriminación de clase para acusar a los manifestantes, como si las capas medias no tuvieran el derecho de presentar sus reclamos.”. Redondeo el término “discriminación” con mi lapicito y me pregunto si lo hace a propósito o nos toma en serio por tarados. Hasta el más ignorante sabe que la discriminación siempre se ha ejercido contra los más débiles y no contra los que más tienen. (Claro que el concepto de "débil" después de Lanata ha entrado en crisis de manera escandalosa) 
Pero esto no es todo, evidentemente quiero creer que habla por boca de ganso o gansa y que realmente no escuchó ni 678 ni Duro de domar ni TVR, programas en los cuales los panelistas, obviamente desde su estar del lado de enfrente de las consignas caceroleras, defendieron firmemente el derecho de estos sectores a manifestarse como más les guste. En este sentido, los invito a ver los programas por Internet para escuchar la rica discusión que se armó tanto en 678 como en Duro de domar con respecto a este problema. 
En el mismo planteo dice Sarlo: “La clase media no debe convertirse en una clase maldita. Conoce sus intereses tanto como los conocen los sectores populares. De ellos los separa un vacío: la ausencia de una política progresista que los exprese generosamente.” Y entonces cae en la contradicción o en la falacia de decir que toda la clase media estuvo el jueves representada en la plaza. Error. Olvida Beatriz que gran parte de la clase media apoyó y apoya este proyecto, de otro modo no se explicaría el 54 por ciento de los votos que obtuvo en las últimas elecciones y que se ven favorecidas por un amplio apoyo a la cultura, por los recientes créditos a la primera vivienda que están siendo sorteados en todo el país y el aumento del consumo (a pesar de la inflación) que viene favoreciendo la política económica no sólo en este sector sino también en las clases más necesitadas. 
Por último, quiero señalar la falacia de comparar a los indignados españoles que marchan contra un ajuste brutal contra los sectores más necesitados, con esta manifestación que, si bien es cierto que no ha salido a la calle sólo por el dólar, lo hace con consignas bien diferentes de las del otro lado del océano: golpe bajo, que juega con la inocencia de la gente que en su afán de parecerse al primer mundo le importa un pito si la comparan con una vaca flaca y desnutrida mientras esa vaca sea una  vaca rubia y europea. 
La otra falacia es la de equiparar “organización” y “aparato”, estrategia discursiva inteligente con la intención de que el lector asocie negativamente esta igualación semántica con el lema del gobierno: “Unidos, organizados y solidarios”. Dice Sarlo: “¿Por qué se sostiene el kirchnerismo? En primer lugar porque ocupa por completo, casi sin fisuras, el aparato administrativo y económico del Estado.” Lógico, para eso tuvo el 54 % de los votos…. ¿Qué es lo criticable de esta afirmación? ¿Que construya poder con la legítima representación de los votos? Sólo construyendo poder se puede ir contra el poder. Y ella lo sabe. Y continúa: “porque se apoya en una vasta organización territorial, que representa a ese Estado en los últimos rincones de la sociedad, donde viven los que más sufren y los que más necesitan.” Sinceramente, no veo lo malo que hace el gobierno kirchnerista en esta frase. De hecho, la “organización” es consigna en el gobierno y debería ser visto como algo bueno tanto la administrativa como la económica como la territorial. Y concluye: “El aparato kirchnerista no permite desbande ni desmadre…” Equiparar el “aparato”, que es necesario desmantelar sobre todo en el conurbano bonaerense y que con toda razón se ha ido cargando semánticamente de manera negativa a lo largo de todos los gobiernos peronistas, con la “organización”, estrategia sin la cual un Estado no podría gobernar, ni legislar, ni dictar sentencias, ni ejecutar, es como poco una trampa discursiva a las que nos tiene acostumbrados la intelectual. ¿O es casual que use la palabra “aparato” como “sistema” o “estructura” en la primera ocasión y en su sentido peyorativo, dos renglones después? No lo creo. 
Finalmente, quiero expresar que es un verdadero placer leer y discutir a Beatriz Sarlo, aunque ella nunca se entere. Claro que no siempre: no olvido las mediocres y soporíferas notas de Viva, la revista de Clarín, pero tampoco olvido sus clases en la Facultad ni sus seminarios sobre literatura argentina… 
Ni sus libros sobre la memoria, cuando hablaba bien de la necesidad de otro tipo de poder y hacía hincapié en la necesidad de recordar para construir el futuro. 
Hasta la próxima.

jueves, 7 de junio de 2012

La tiranía de la comunicación

El siguiente fragmento fue extraído del capítulo "Periodistas o ¿relaciones públicas?" de La tiranía de la comunicación de Ignacio Ramonet, un periodista español establecido en Francia, director de Le Monde Diplomatique. Acá, Ramonet reflexiona y se pregunta acerca de la especificidad del periodista en esta actualidad mediática cuando todos tenemos acceso a las redes sociales y a Internet y todos somos un poco también "periodistas". 
Si prefieren escuchar la lectura del capítulo completo en la voz incomparable de Eduardo Aliverti,  pueden hacerlo aquí
En el pasaje que se reproduce por escrito más abajo, Ramonet reflexiona acerca de la responsabilidad tanto del periodista como de los ciudadanos en relación con la información. También habla de la necesidad de que el periodismo se analice a sí mismo, es decir, de que los trabajadores de la comunicación sean objeto de crítica como cualquier ciudadano común. Espero, lo disfruten:
Ignacio Ramonet

"¿Qué les queda como especificidad a los periodistas? Es una de las razones del sufrimiento de los media. Y, en particular, de la prensa escrita. Los media que se desarrollan son los ligados a tecnologías del sonido, de la imagen. E incluso cuando se sigue escribiendo, se hace sobre una pantalla.
Los periodistas no constituyen un cuerpo homogéneo. Hay discrepancias, debates. Es una profesión en la que hay que trabajar mucho hoy. Los periodistas son además ciudadanos y consumidores de media en mayor medida que los demás, y son muy conscientes de que estos problemas están planteados, y los discuten permanentemente.
Hay una toma de conciencia, pero ¿se puede hablar de una responsabilidad? ¿Se trata de responsabilidad exclusiva de los periodistas? Los ciudadanos también tienen su responsabilidad. Pues informarse es una actividad, no una recepción pasiva. Los ciudadanos no son simplemente receptores de media. Es evidente que el emisor tiene una gran responsabilidad, pero informarse supone también cambiar de fuentes, resistir a una versión si resulta demasiado simplista, etc. No es muy complicado ahora llegar a la conclusión de que una persona no puede informarse exclusivamente por medio de un telediario. El telediario no está hecho para informar, está hecho para distraer. Está estructurado como una ficción. Es una ficción hollywoodiense. Comienza de una cierta forma, termina en un happy end. No se puede poner el final al principio. Mientras que un periódico escrito puede comenzar a leerse por el final. Al final del telediario uno ya ha olvidado lo que pasaba al principio. Y siempre termina con risas, con piruetas.
La persona que se dice: me voy a informar seriamente viendo el telediario, se miente a sí misma. Porque no quiere reconocer que se deja llevar por su propia pereza.
El medio de comunicación no puede soportar por sí solo el esfuerzo que requiere informarse. Sobre todo hoy, cuando la información es superabundante. Pero hay dos opciones: o uno quiere informarse o quiere saber vagamente lo que pasa. Y si se quiere informar tiene todas las posibilidades de hacerlo recomponiendo las informaciones. No existen únicamente los periódicos, se cuenta con las revistas, los libros. Pero eso supone la voluntad de hacerlo. Es un trabajo.
[...]
Los medios de comunicación deben desarrollar, cada vez más, análisis sobre su propio funcionamiento, aunque sólo sea para que sepamos cómo funcionan, y para recordar que no están a salvo de la inspección, de la introspección y de la crítica. Pero este camino se recorre de una forma relativamente lenta porque resulta muy confortable juzgar a los otros sin ser juzgado."

¡FELIZ DÍA DEL PERIODISMO A TODOS AQUELLOS QUE TRABAJAN DÍA A DÍA PARA COMUNICAR DESDE LA RESPONSABILIDAD Y EL COMPROMISO CON LA "REALIDAD"!

lunes, 7 de mayo de 2012

¡Chau, linda!

Emma, mi bella perra siberiana, se murió esta mañana.
Emma que se escribe con "mm", no porque soy una estúpida tilinga, sino porque quisimos homenajear a una de mis heroínas de infancia: la encantadora Emma Peel de Los vengadores...
Es que Emma, mi Emma, era tan linda y adorable como aquella Emma cuya belleza dolía de tan bella, cuyo encanto encantaba de tanto encanto...
Emma se murió esta mañana después de casi doce años de ser parte del barrio y de la casa, del jardín y del patio, de la historia familiar... 
Ariel y yo recorrimos el jardín y elegimos un lugar. Mientras él cavaba, yo cebaba mate: 
—¿Te acordás dónde está Raisa?— preguntó Ariel como para distraer al dolor.
—Allá, al lado de la pileta... ¿o allá está Krashiba?
—Sí, ahí está Krashiba, y más acá está Johny Tolengo. Abajo de la pieza de Manu está Cosme y más adelante, cerca del pino, están algunos de los gatos,  Edgar, Allan y Poe, los negritos... Y Roxi y Gatalina...
Mientras las voces del jardín iban armando la historia familiar, una vez más dijimos"chau", llorando como dos boludos. Otras y otros bichos vendrán a engrosar la historia y la memoria de la familia. Ninguna muerte impedirá que los sigamos queriendo aunque una parte de nosotros se vaya definitivamente con ellos...
Chau, Emma con doble m; chau, linda!
Hasta la próxima vida. 


lunes, 30 de abril de 2012

El último Elvis: un viaje entre la niebla y el cielo.

Sábado a la noche. Frío. Me acomodo en la butaca preparada para ver qué puede hacer un joven argentino de apenas 33 años, nieto homónimo del polémico Armando Bo, con otra película sobre Elvis Presley, con otra película sobre un imitador de Elvis Presley.
La media luz de la sala todavía no se ha vuelto noche oscura y la desconfianza crece a medida que pasan los avances de futuros estrenos. Se me hace larga la espera. Desconfianza pero también ansiedad. Tengo muchas ganas de ver esta película. Aunque me gusta mucho Elvis. Aunque nunca me tragué el verso de que Armando Bo lo hacía "a propósito"...
Cuando la oscuridad plena anuncia finalmente el comienzo del filme, me relajo en la butaca para disfrutar una vez más de la magia del cine. Grave error. Nada de calma, nada de relax. Desde las primeras escenas, me abismo en una experiencia tan extrañamente singular como poderosa y genial. Es que El último Elvis   es como un camino sinuoso y mal iluminado en cuyos bordes hay precipicios inmensos en los que permanentemente nos sentimos a punto de caer.  "¿Y ahora qué?", me pregunto después de una escena en que Elvis enojado por el mal sonido de ese club de cuarta, abandona el escenario y se encierra en el baño aparentemente para ya no volver a salir... ¿Cómo se sale del baño? ¿Cómo se sale del lugar común?, ¿qué vuelta de volante, qué maniobra sacará de la galera para no caer, junto con toda la película y las excelentes actuaciones, al fondo del precipicio más oscuro?
Y así una y otra vez... Cada vez que parece que vamos a volcar, cada vez que la película roza el borde y está a punto de caer, una frenada... una maniobra que esquiva el camión de frente... y el viaje continúa tan mágica, tan inesperadamente como sólo pueden hacerlo continuar quienes están acostumbrados al  volante y al manejo de las cámaras, como sólo pueden hacerlo continuar quienes saben pulir el guión, exacto y por momentos, perfecto, hasta las últimas consecuencias...
Lo extraordinario es que la película no cae nunca, aun cuando siempre está a punto de caer...
El último Elvis se construye en el límite: el límite entre el drama y lo bizarro, entre lo familiar y lo extraño, entre eso que dicen que soy y el deseo de ser otro...
John Mclnermy, el actor que protagoniza a Carlos Gutiérrez —un obrero metalúrgico que, por las noches, imita a Elvis Presley— es, en su vida real, un arquitecto que, por las noches, imita a Elvis Presley. Y es, además, uno de los mejores aciertos de la película: impecable en su actuación, lleva el desdibujamiento del límite entre la realidad y la ficción al umbral mismo de la estructura constructiva del filme: ¿Quién es, en verdad, este John Mclnermy que representa a un Carlos Gutiérrez que representa a Elvis Presley? 
El drama familiar (la separación, la hija amada que lo desconoce, el accidente, el reencuentro...) no es más que una de las tantas realidades posibles. La otra es la realidad del deseo, allá donde somos otros aunque quienes estén cerca  apenas puedan notarlo: ¿Hasta qué punto Carlos no sabe que es Carlos y que Elvis no es más que el deseo de lo otro? ¿Hasta qué punto Priscila es Priscila y Lisa Marie es Lisa Marie? ¿Hasta qué punto esos sandwich de banana con manteca de maní, esos trajes tan extravagantemente suyos y tan familiarmente ajenos y las patillas vueltas negras por la magia del pincel no son más que avances de la película final, del deseo realizado de un Elvis que sólo será Elvis en la escena final del producto final?
Juego de límites y de espejos, de cámaras en mano y encuadres extraños, de músicas dobles y silencios estridentes, El último Elvis se me ocurre la última película de Elvis. Por mucho, por muchísimo tiempo... Al menos es la película de Elvis que elijo para que sea mi última. 

Hasta la próxima.

jueves, 1 de marzo de 2012

¿Está acá el marido de esa amiga?

(Advertencia para las almas sensibles: Esta entrada contiene vocabulario soez)


A Manu Fernández y Mayán, indignada...




¿Sabés qué es lo que más detesto?  Las publicidades pelotudas como la de Quilmes: “ ‘El marido de mi amiga le lleva el mate a la cama con una tostada y un jugo de pomelo’… ¿Está acá el marido de esa amiga?” No, pedazo de pelotudo, está cogiendo con la mujer que ama que, casualmente, no necesita “hacerle bolsa la tarjeta de crédito”, tiene la suya, la propia, porque trabaja, como él, como una hija de puta. Porque la “amiga” no precisa que “la lleven” a comer a ningún lado porque ella tiene piernitas fuertes para ir solita, si quiere, o con sus amigas. Pero, a lo mejor, no quiere ir solita o con sus amigas y entonces deciden juntos que pueden ir juntos a cenar afuera, al cine, al teatro… Juntos leen el diario los domingos a la mañana mientras desayunan en la cama. Sí, el desayuno que preparó él.  Él, que no precisa sacarse la “original” cuando está con su mujer, su pareja, su compañera, su amor porque es libre de salir con sus amigos cuando se le canta el forro del culo, como ella, como cualquier ser humano que entiende que la pareja no es una cárcel, sino el “encuentro” (como le gusta a Quilmes) de dos personas que se aman y se respetan en su libertad. Y por eso, porque se respetan en su libertad, no necesitan tampoco “pisotear la intimidad” del otro, porque ni él es de ella ni ella es de él. Porque, ¿qué dice esa amiga? Esa amiga dice que no es la media naranja de nadie. Que él es una naranja y ella es otra. Pero no lo dice ella sola. Él también lo dice porque así entienden el amor. 
“¿Está acá el marido de esa amiga?” No, imbécil. No, hipócrita de mierda, está viendo repuestos en Warnes, tranquilo, sin necesidad de que una pelotuda con cara de orto lo acompañe si no le interesan los repuestos; está leyendo Olé para enterarse la compra y venta de jugadores de Racing porque no necesita que ella le averigüe noticias sobre fútbol… Está yendo a visitar a su madre, con ella o sin ella, porque sabe que su mujer la adora a la suegra y no le importa que la comparen con ella.
¿Sabés qué es lo que más detesto? Que estas putas publicidades sigan transmitiendo estereotipos con los que muchas mujeres no nos identificamos ya más. ¿Por qué mierda no invierten los roles tradicionales anquilosados en el imaginario social y le hacen decir a las mujeres lo que dicen los hombres y viceversa? ¿De qué tienen miedo? ¿De que muchas mujeres se den cuenta de que el forro que tienen al lado es uno de esos que andan gritando pelotudeces  en medio de un desierto virtual?
¿Sabés qué? Que se metan el igualismo en el culo.

Hasta la próxima.

lunes, 13 de febrero de 2012

La mujer de la playa

(Advertencia para las almas sensibles: Esta entrada contiene vocabulario "soez")

Punta de Indio es una reserva natural, un monte de talas y espinillos que todavía resiste a duras penas los embates de la civilización. A pesar de que ya cada vez más raramente pueden observarse grupos de ciervos en el monte cerca del arroyito o reunidos milagrosamente en medio de alguna de sus calles de tierra, Punta de Indio es el pulmón que he elegido para respirar cuando quiero alejarme por un tiempo de mí. Ubicado en las costas del Río de la Plata,  donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra, cuenta con un par de playitas donde una puede tirarse al sol, jugar a la paleta o al vóley y luego darse un buen bañito para sacarse la arena. Eso sí,  que la bikini no sea blanca porque terminará inevitablemente teñida del característico color del león de este río enorme. 
El fin de semana pasado, la playa estaba especial. A pesar de que el viento del norte se había llevado gran parte de su arena, el río estaba crecido y con ganas de brindarnos sus ofrendas más que de recibirlas.  Así le pareció a la mujer que cerca de las 9 de la mañana, a unos escasos metros de donde estábamos nosotros y con un evidente malhumor, juntaba rabiosamente en una bolsa de residuos cantidades de flores azules de plástico, pedazos de sandía y de manzana, perlas brillantes y cuentitas de colores, granos de maíz desparramados por todos lados, envases de Seven Up que, convertidos en fuentes sagradas, habían sido cortados a la mitad, y algún que otro choclo a medio comer que también andaba dando vueltas por ahí…
Un poco más allá, un grupo de hombres con tambores y mujeres con polleras que les llegaban a los tobillos estaba a punto de subir a un micro escolar. De pronto, un joven alto y de muy buen porte se separó del conjunto y se acercó a nuestra mujer con evidente malestar.
—¿Qué hace?— le preguntó en un tono en el límite entre la sorpresa y la recriminación.
—Limpio sus putas ofrendas— respondió la mujer en tono cordial sin levantar siquiera la vista del piso.
—Oiga, no sea irrespetuosa, ¿quiere? Son ofrendas a Yemanyá, la protectora de los navegantes y dueña de todos los frutos y riquezas del fondo del río…
—¿Ah sí? Me parece que llameyá o como mierda se llame, tiene los ovarios más llenos que yo. Yo los tengo repletos de limpiar la playa y ella los debe tener repletos de tener que limpiar el río… Una de dos: o está inflada las pelotas o está empachada. En cualquiera de los dos casos, escuchá…— dijo colocándose la mano en la oreja como para captar mejor algún supuesto mensaje que venía del río— ¿Oís?... “Metete el maíz en el cuuuloooo” — agregó subiendo una octava en el tono de voz —“Metete el maíz en el cuuulooo”. Si no lo escuchás, debe ser por falta de fe…
El joven que trataba de dominar su furia como dios manda, comenzó a recitarle una perorata sobre la libertad de culto y la libre circulación de las playas y la necesidad de tolerarnos y aceptarnos tal como somos… “porque todos somos hermanos, todos somos hijos de Dios”. Y siguió con el librito de Greenpeace: la capa de ozono y la polución de las aguas y los desechos tóxicos y los pingüinos y las ballenas y los perritos callejeros que no tienen hogar y… y… y…
—Mirá, pibe, yo no soy tu hermana ni sé qué carajo es eso de grinpi. Limpiame la playa antes de irte, llevate tu titanic del orto hecho mierda y tus flores de plástico cagadas y meadas por cuanto perro se acerca a olfatear, y tolerancia arreglada. Yo te tolero a vos y vos me tolerás a mí. Ahora resulta que vos venís, me hacés mierda la playa y la intolerante soy yo. Dejate de joder…
El joven alto y de muy buen porte, insistente, todavía incluso con alguna intención de catequesis, le explicaba que las ofrendas no podían “limpiarse”, que para eso eran ofrendas y que el río era sabio y sabía qué hacer con ellas mucho mejor que ella…
—¿Me entiende?— terminó el joven con tono conciliador.
La mujer comenzó a alejarse, arrastrando la bolsa de consorcio de la que asomaba una parte del barquito celeste (más tarde volvería por la otra mitad que había quedado atascada en el río) y, sin volver a mirar al chico, siguió su camino y se perdió tras las cañas que separan el sector de deportes del balneario.
Intuyo que se fue pensando en esto de la “tolerancia”: “Tolerémonos los unos a los otros y nuestro será el reino de los cielos”, estaría pensando… “Allá iré”, se habrá dicho, “no sea cosa que no haya nadie ahí para limpiar de celestes barcos las playas celestiales…”.

Hasta la próxima.

martes, 7 de febrero de 2012

La tana Ferro, la queja y una nueva sección en el blog

“Me encanta la gente que se queja, me cae bien. Para mí, abajo el optimismo, arriba la queja…”
La Tana Ferro

El personaje de la tana Ferro[1] como Sherlock Holmes, Frankenstein o  Moby Dick, estuvo destinado a ser mucho más famoso que su creador e, incluso, más famoso que la  película que le dio fama y popularidad desde el mismo instante de su gestación. Una pila de videos en Youtube, sus miles de seguidores en Facebook y la cantidad de referencias a sus frases que pueden encontrarse en la red y que ya son muletillas en la charla cotidiana, dan cuenta de un fenómeno particular como hacía rato no se daba en el cine argentino de los últimos tiempos. ¿Por qué un personaje como el de la tana Ferro, violento y adorable, antipático y genial, brutal y enternecedor, ha calado tan hondo en la sensiblidad de su público?       
Sin lugar a dudas, la impecable interpretación de Valeria Bertuccelli, de una naturalidad y una transparencia que pocas veces se encuentra en una comedia dramática livianita y sin mayores pretensiones como la de Taratuto, es uno de los motivos fundamentales del éxito del personaje. Pero también el guión, por momentos brillante, de Pablo Solarz es otra de las maravillitas que ha colaborado en esta cuestión. Basta recordar las mejores intervenciones de la tana para valorar la importancia del guión en el éxito del personaje.




Pero por sobre todas las cosas, la tana Ferro se ha convertido en lo que es  porque ha logrado de una manera fascinante y poco común la identificación de miles de mujeres que nos hemos visto reflejadas en sus reacciones no porque las expresemos a menudo o porque las hayamos expresado alguna vez, sino precisamente porque no nos hemos animado a expresarlas nunca o las hemos expresado con una culpa infinita en la convicción de estar lastimando “innecesariamente” al bobo o la boba que nos tocó en suerte en aquella ocasión. Es decir, la tana Ferro, al tiempo que se constituye en la bruja insoportable para los tantos maridos imbéciles y mediocres que andan por ahí, expresa también el deseo de muchas mujeres que, reprimidas o no, se vieron de pronto frente a un espejo que no sólo les daba la razón que nadie les había dado durante tanto tiempo sino que, además, las volvía gigantes.
Podrá discutirse después (no es ésa  la intención en este espacio), la visión patriarcal que brinda la película acerca de las causas del “mal carácter” de la tana Ferro. Parecería  que una mujer sólo puede reaccionar “violentamente” frente al orden instaurado si está “malatendida”, frustrada o encerrada todo el día en su casa… Pero el personaje va más allá del film y lo cierto es que ya nadie recuerda los supuestos motivos por los cuales la tana Ferro es así, sino que la tana Ferro es así: una mujer inteligente y transgresora que desobedece conscientemente el mandato social de mantener a toda costa la muy femenina “compostura” y  las bárbicas apariencias en un medio en el que la mediocridad y la superficialidad, cada vez más naturalizadas,  circulan avaladas por el siempre tan injustamente bien ponderado “sentido común”.
Con este breve homenaje, pues, a uno de los mejores personajes que ha dado el cine argentino en los últimos tiempos, no tengo otra intención que dar por inaugurada una nueva sección de este blog que llevará su nombre: “La tana Ferro” y que estará destinada a todo tipo de quejas: las comunes, las que sentimos a diario, las políticamente incorrectas, las que incomodan, las que nos hacen ver lo que no queremos ver, las que simplemente son justas, las que reclaman derechos cotidianos naturalizados e invisibilizados a fuerza de repetición y silencio ancestral… Todas las quejas serán bienvenidas para hacer de esta sección un espacio en el cual podamos encontrarnos con la tana Ferro que todos y todas llevamos dentro…
Espero estar a la altura de las circunstancias y llegar, aunque más no sea, a los escuálidos tobillos de esta tana enorme.
Hasta la próxima.  


 [1]  Un marido para mi mujer ( Juan Taratuto, Argentina, 2006)

martes, 31 de enero de 2012

Una película y un amor azul

Que durar sea mejor que arder
Gustavo Cerati

Ver las películas que una elige ver y salir “llena” del cine (como dice mi colega Eleonora) es una felicidad y una fiesta, pero cuando las películas la eligen a una, cuando atacan por sorpresa, por ejemplo, desde la TV pública y nos atrapan irremediablemente ya desde las primeras imágenes, sin saber absolutamente nada de ellas, ni siquiera sus títulos… y, aun así, nos vamos a dormir “llenas”, entonces, sentimos la felicidad, la fiesta y entendemos perfectamente el milagro y el porqué del azar.
Anoche, lista para irme a dormir, todavía con el cansancio de dos maravillosos días de viaje, la pantalla del televisor se puso en blanco y en silencio sin previo aviso. Poco a poco fueron apareciendo los anuncios en sobrias letras negras de lo que, claramente, aparecía como una película. Un sonido que podía ser el viento, el ruido del mar o cualquier otra cosa, abre mi imaginación y el texto, negro sobre blanco, se detiene en el momento exacto en que los dos puntos que siguen a la palabra “present” instauran el suspenso y me invitan a seguir.  Inmediatamente después, un primer plano de unas manos sobre el volante me muestra que el sonido es el de una camioneta y la cámara se desplaza lentamente para mostrarme el perfil del dueño de esas manos: un hombre grande con poca sorpresa en los ojos y un actor desconocido para mi ignorancia cinéfila. Lo que sigue es el primer plano mudo de una joven hermosa, con el pelo al viento en un lento parpadear de ojos y una voz masculina en off que nos dice: “Me preguntó: ¿Crees que sería divertido casarnos?”
Listo. Estoy capturada. Sé que no habrá cansancio ni sueño que permita que yo no vuelva a acomodarme en el largo sillón del living para entrar en la magia… Después vendrá lo menos importante: saber que se trata de Lejos de ella (Away from her), un film canadiense, la ópera prima de Sarah Polley, del año 2006, que no tuvo grandes críticas y que apenas fue valorado en su momento por las excelentes actuaciones y como el primero de los filmes de una cineasta en formación. No me importa. Hoy y aquí Lejos de ella es algo que no quisiera olvidar.
Y es que Lejos de ella es una película sobre el olvido y tal vez por eso, es una película blanca, blanca como el olvido cuando ya no recuerda ni la palabra "olvido", es una película de silencios profundos, de enormes espacios de nieve, donde hasta los créditos son en fondo blanco, el exacto fondo blanco de los recuerdos cuando ya no son. 
Grant y Fiona Anderson (Gordon Pinsent y Julie Christie, bellísima en sus casi setenta años) son una pareja mayor que vive solitaria en una hermosa cabaña en un bosque nevado. Desde los primeros diálogos sabemos que Fiona está empezando a olvidar las palabras y a confundir territorios. Como Yang, la protagonista de Poetry, comienza a experimentar los primeros síntomas de Alzheimer.  Si en Poetry, el foco está puesto en quien pierde poco a poco las palabras pero encuentra en el final la poesía, en la película de Polley, el foco está puesto en quien se queda del lado de acá, en quien se convierte en el espectador impotente y desesperado del irse cada vez más lejos del amor de su vida. Lejos de ella es, pues, una película de fríos: fríos azules, fríos inviernos, frías memorias… Y Lejos de ella es también, paradójicamente, una de las más bellas historias de amor que he visto en los últimos tiempos.  No de ese amor desmesurado y pasional de los rojos y los anaranjados, sino el amor acostumbrado y tenaz de más de cuarenta años compartidos, el amor reposado y azul que desmiente la estúpida creencia de que durar es la ineludible consecuencia de no haber sabido arder.
Ella será quien decida internarse. Ella será quien decida que el hecho físico de alejarse del ser que ama deberá acompañar el lento irse lejos de los recuerdos. Ella será quien sabrá que la memoria del amor no puede irse antes que el cuerpo del amor.
Él será quien intente por todos los medios seguir estando de algún modo en ella. Él será quien insistirá en leerle una y otra vez las Cartas de Islandia de Auden como un inútil pasaje a un pasado que ya no será. Él será el propio sacrificio por que ella alcance, aunque ya muy lejos de él, una mínima felicidad prestada.
¿Adónde va el amor cuando se olvida? ¿Es posible permanecer en el otro aun cuando en el otro se van apagando los recuerdos “uno por uno, como las luces de una casa en cortocircuito”? ¿Puede el amor por el otro ser más fuerte que el que sentimos por nosotros mismos? ¿Puede el amor sobrevivir al olvido del amor?
Lejos de ella está muy lejos de dar respuestas a ninguna de estas preguntas pero hace que todas y cada una de ellas valgan la pena.
“Cuando no lo veo”, dice Fiona frente a unos pimpollos de lirios amarillos, “olvido lo que significa el 'amarillo'. Pero puedo mirar otra vez… A veces hay algo delicioso en el olvido. Creo que si metes los dedos dentro del pétalo cerrado, puedes sentir el calor. Pero no estoy segura, no sé si lo que siento es el calor o mi imaginación”

Hasta la próxima.

domingo, 15 de enero de 2012

Poetry y la posibilidad de decir lo imposible.

 Día de lluvia. Vacaciones. Excelente oportunidad para volver a ver el cine que más nos gustó. Ese que nos dejó con las ganas, que nos pidió palabras que no pudieron ser en ese momento pero que enseguida supimos que serían alguna vez… Y entonces, como Yang, la protagonista de Poetry, tomamos nota en nuestra libreta de “inspiración poética” y las dejamos ahí para después, para cuando tengamos tiempo de pelearnos con la página en blanco para escribir la lectura que quedó trunca, la escritura que todavía no fue. Esta vez se trata de Poetry, la última película del director coreano Lee Chang- dong.
Poetry (Poesía para el alma, como se la conoció aquí) es el relato de la imposibilidad de decir, aun cuando, paradójicamente, “dice” y lo que dice, lo dice poéticamente, justo en el límite entre la palabra y el silencio que gana finalmente la pantalla transformada en río. La película es música sin música, es dolor y es belleza, es hueco y es deseo de llenar el hueco…
Yang Mija (la extraordinaria actriz Yun Jeong-hie) es una mujer de sesenta y seis años, extraña, coqueta, sensible, que se anota en un curso de poesía porque “le gustan las flores y decir cosas raras”.  Tiene a su cargo a un nieto adolescente, Wook, con el que apenas logra comunicarse, y se gana la vida cuidando a un anciano  que busca expresar de algún modo también su propia poesía.
Un día se enterará de que la joven Agnes se ha suicidado arrojándose al río desde el puente, y al día siguiente sabrá que su nieto, junto con otros cinco adolescentes, ha sido la causa de esa muerte, se enterará de que Wook y sus amigos la han violado reiteradamente durante los últimos seis meses. Todo esto lo sabrá a través de cinco hombres, los padres de los jóvenes involucrados, que la convocarán a una reunión para referirle el suceso y para proponerle juntar entre todos el dinero necesario para “reparar” el daño causado a la madre de la joven y evitar, de este modo, que sus hijos caigan en manos de la policía y del escarnio social.  
Nada más lejos de su búsqueda poética que lo que acaba de escuchar. De modo que sólo atinará a hacer silencio y a salir de ese adentro para refugiarse en las flores del jardín: “¿Conoces el significado floral de la cresta de gallo?”, le preguntará a uno de los padres que, sorprendido por su reacción, saldrá a buscarla entre las flores. “Significa ´escudo´, un escudo que nos protege”, se contestará y le contestará. ¿Podrá la poesía ser ese escudo contra la muerte, contra la indiferencia, contra el mundo que se ensaña fatalmente en negar la poesía que Yang busca desesperadamente para narrar el mundo, el otro mundo? Yang no tiene palabras para el horror y la culpa, lleva consigo una libreta en la que toma nota cada vez que necesita encontrar la “inspiración” de la que le ha hablado su maestro, cada vez que le hace falta un “escudo” contra la realidad: “La flor roja como la sangre”, anotará esta vez… 
Otro día sabrá también que un incipiente Alzheimer le irá robando poco a poco las palabras: “Primero olvidará los sustantivos; luego los verbos”, le dirá su médica después de asegurarse de que debe decírselo porque está sola, porque no ha venido con nadie más. ¿Cómo será olvidar las palabras que nunca se encontraron? Yang sólo sonreirá y reparará en las camelias que están sobre el escriltorio: “Son flores de invierno, flores del dolor”. Es que a Yang le gustan las flores y decir cosas raras…
Pero el escudo no basta, ni las palabras que se le escapan de la mente, de la memoria, del papel, de la vida… Y entonces Yang se hundirá en el silencio: robará el retrato de Agnes en silencio; hablará con su madre en silencio; conseguirá el dinero para “salvar” a su nieto, en silencio   y llorará bajo el agua de la ducha de la casa en la que sirve a un viejo inválido, también en silencio. 
Y sin embargo, el poema será como ha sido la vida. Raras o no, las palabras dirán lo no dicho y morirán en el río, como Agnes, como los sustantivos y los verbos, como el ruido del agua que se apaga y nos deja tan ciegos de ojos, tan mudos de belleza, tan  sordos de dolor como la poesía que ahora se ha vuelto imagen y sonido, como las palabras raras que algún día serán más allá de la libreta en la que buscamos una y otra vez capturar lo imposible…
No se la pierdan.
Hasta la próxima.    

jueves, 5 de enero de 2012

Los silenciados que vosotros gritáis, gozan de buenos micrófonos.

Fue difundido antes de ayer el lanzamiento de la primera plataforma “para la recuperación del pensamiento crítico”  a cargo de un grupo de intelectuales liderados por Beatriz Sarlo en “contra” de Carta Abierta, según lo anuncia el titular de una noticia aparecida en La Nación del día de hoy, con foto y todo y sin ponerse colorado.
No es mi intención discutir las críticas de este grupo al gobierno ni las que esta primera plataforma establece contra los intelectuales de Carta Abierta (CA). Me interesa en especial reflexionar acerca de los motivos, causas o razones que, según argumenta el grupo, llevan a la ineludible "creación" de este "nuevo" espacio. En este humilde análisis no me propongo otra cosa que "intentar leer (este primer documento) más allá de la letra manifiesta y visibilizar lo oculto, tratar de salir de la mera apariencia de los efectos para bucear en las causas que los determinan", tal cual reza la carta de principios de estos intelectuales anti- CA y anti-K.
“Escapar al efecto impositivo de un discurso hegemónico no es una tarea fácil”, comienza diciendo la plataforma como primera justificación de la necesidad de su creación y uno no puede menos que preguntarse de qué hablan estos intelectuales cuando hablan de “discurso hegemónico”. Inmediatamente, a  medida que uno avanza en la lectura de la carta, se percata de que con "discurso hegemónico” se refieren al discurso del gobierno, por lo que uno se sigue preguntando, cada vez más sorprendido, si en serio será un grupo de intelectuales quienes hablan de hegemonía del discurso o si, al menos, alguno de ellos habrá aprobado “Comunicación I” en alguna universidad del planeta. ¿De qué “hegemonía” estamos hablando? ¿De la de los medios que con tres tapas seguidas en contra de un presidente derrocaban gobiernos?, ¿de la de periodistas serviles al poder económico que aterrorizan a la población con corridas bancarias y financieras para desestabilizar el mercado?, ¿de la que, aliada a la dictadura cívico militar, se apoderó de papel prensa y nos hizo creer que la guerra de Malvinas estaba ganada mientras nuestros nenes morían muertos de frío? Ciertamente celebro la aparición de este grupo de intelectuales y su crítica (aunque un tanto tardía) a la hegemonía discursiva.
Continúan diciendo quienes no pueden hablar: “En síntesis, sostener nuestra capacidad y conciencia crítica y manifestarla, romper el silencio, como paso imprescindible hacia un accionar colectivo y transformador”. Sí, leyeron bien: “romper el silencio”. Si algo ha hecho la señora Beatriz Sarlo desde que es famosa como Susana Giménez o Mirta Legrand como muchos de sus amigos intelectuales, no ha sido otra cosa que “romper el silencio”. Particularmente la señora no ha parado de hablar desde los micrófonos del magazine de espectáculos que Tenenbaum conduce en las tardes de radio Mitre, ni ha parado de escribir desde el "prestigioso" diario La Nación todo lo que se le ha ocurrido decir y escribir sin que nadie haya intentado callarla desde ninguno de los lugares de poder oficial. Bienvenidas sean sus palabras, inteligentes y preclaras, pero eso sí: con nosotros no, Betty, no nos traten de estúpidos intentando hacernos creer que hoy "rompen el silencio" porque los silenciados que vosotros gritáis gozan de buenos micrófonos ayer, hoy y siempre. 
No recuerdo que crearan ningún grupo (y no escuchamos sus lindas vocecitas federales) cuando diarios nacionales, provinciales y municipales tuvieron que dejar de salir por el costo del papel ni con los periodistas muertos por la complicidad con la dictadura cívico militar de las corporaciones para las cuales trabajan muchos de ustedes, intelectuales-con-capacidad-crítica. Sí, ya todos sabemos: eso corresponde al pasado y muchos de ustedes están hartos de la dictadura que nada tiene que ver con este presente autoritario donde todo el mundo dice que no puede decir lo que dice, etc etc etc… Al respecto, les recomiendo un libro que se llama Tiempo pasado, de una tal Beatriz Sarlo (no sé si tendrá algo que ver con la señora de la foto que ilustra esta nota y la de La Nación) en el que la autora realiza un exquisito análisis de la incidencia de la memoria y del pasado en el presente y en el futuro y en la identidad de un país.
En fin, “romper el silencio” no fue una construcción muy feliz, señores. O ustedes son brutos, cosa que no creo en absoluto, o nos tratan de brutos a todos nosotros, los absolutamente incapacitados para “leer” la realidad.
Más adelante arremeten contra los intelectuales de Carta Abierta llamándolos “voceros del gobierno” que “han producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica.” Me pregunto por qué quienes apoyan la mayoría de las medidas de este gobierno son “voceros” y quienes transmiten las ideas de los medios opositores no son “voceros” de sus intereses económicos. Me pregunto por qué quienes trabajan en medios públicos lo hacen “por dinero” y quienes han pasado de las tristes aulas de Filosofía y Letras o Derecho de la UBA, a las pantallas de los medios privados, lo hacen por convicción… No sé, a veces se me ocurre (qué mal pensada) que intencionalmente dan vuelta el discurso…
Por último, aluden a la “construcción de un relato oficial, que por vía de la negación, ocultamiento o manipulación de los hechos, pretende…” y más adelante: “Este relato disciplinador y engañoso utiliza la potencia de los recursos comunicacionales de que dispone crecientemente el gobierno para ejercer control social mediante la inducción de mecanismos alienatorios sobre las formas colectivas de la subjetividad”.
Les propongo un ejercicio: cambiemos “relato oficial” por el de “relato de los medios hegemónicos”. Vengo escuchando el mismo argumento de las voces contrarias… Si eso no es dar vuelta el discurso y una muestra más de la falta de imaginación para argumentar… 
Saquémonos las caretas, señores. Lo cierto es que ya no podemos hablar estrictamente de "discurso hegemónico" en ninguno de los dos casos. Hace rato que Clarín no puede voltear a un gobierno con sus tapas y hace rato que La Nación o TN han perdido credibilidad en gran parte de la gente. La “gente”, ese concepto tan general como ineficaz para expresar la voluntad popular, ha podido desde 2003 en adelante confrontar discursos y evaluar por sí misma la realidad que construyen los medios a pesar de la desventaja en que los medios oficialistas se encuentran aún (a pesar de la nueva ley de medios audiovisuales), en relación con el mapa de los medios que pertenecen al grupo Clarín. Todos los que mínimamente hemos estudiado algo de comunicación sabemos que la realidad es discursiva y que la construcción que hacen los intelectuales de los medios “oficialistas” es tan creíble ahora como la del relato que construyen los intelectuales de los medios “opositores”. Lo importante es pararse en un lugar y explicitar el lugar de poder desde el que se habla (porque convengamos que la lucha entre los relatos no es más que la lucha por el poder) y todo esto ha sido posible (le guste o no a quien le guste o no) gracias al surgimiento de programas con un discurso enfrentado a los medios en ese momento hegemónicos que han sabido ganarse a un público que los siguió y que los sigue a pesar de los constantes ataques de sus competidores. No es casual que tanto la TV pública como Radio Nacional hayan aumentado sus audiencias en más de un 70% en relación con períodos anteriores. Algo necesitaba escuchar la gente que no estaba escuchando hasta ese momento.
Y así, continúan argumentos que bien podrían servir como fundamentaciones en contra de lo que ellos mismos dicen y hacen en los medios en los cuales trabajan y a los que son invitados con asiduidad. Vayan como ejemplo unos pocos: “La discusión de ideas es sustituida por la descalificación del interlocutor y toda disidencia es estigmatizada” (¿No es estigmatizar a los miembros de Carta Abierta llamarlos permanentemente “voceros oficiales”?) o “Cuando desde los medios públicos se utiliza la denigración de toda voz crítica por medio de recortes de frases, repeticiones, burlas y prontuarización…” (¿Alguien recuerda el magazine de Tenenbaum en Radio Mitre que continuó al programa de 678 en que intervino Sarlo o la “prontuarización” que muchos de estos intelectuales han hecho de Hebe de Bonafini sin tener la menor prueba en su contra?: “recorte de frases, repeticiones, burlas, prontuarización…”)
Finalmente, quiero insistir (ya he hablado de este tema en este espacio) en el hecho de que el conflicto, la confrontación de los relatos sobre la realidad que hoy en día circulan hasta en la mesa del comedor, contrariamente a lo que se nos quiere hacer creer, son de existencia indispensable para el desarrollo de una sociedad pensante y activa. 
Por eso, aunque pienso que se han demorado unas décadas, celebro la aparición de este “nuevo” grupo de intelectuales que puede ayudarnos a pensar confrontando y no deglutiendo un solo producto como lo hacíamos en el pasado. Sobre todo celebro la explicitación de su aparición, porque sabemos que su “aparición” data ya de bastante tiempo atrás. Aunque todavía no vemos muy explícitamente desde dónde se habla, estoy convencida de que muchos de nosotros podemos deducirlo gracias a que venimos discutiendo de política, de comunicación y de poder desde hace casi diez años.
Como decía anteriormente, la confrontación de los relatos acerca de la realidad no es más que la confrontación por el poder. Y el poder, concepto tan “estigmatizado” últimamente, por ejemplo, por periodistas como Nelson Castro cuando dicen que “el poder enferma” (1), es absolutamente necesario en los cambios de época. No está mal construir poder, como quieren hacernos creer quienes lo detentan. Sólo a través del poder se derroca al poder.  Bienvenida sea, entonces, la lucha por el poder y bienvenidos los intelectuales a la confrontación de relatos.
Luchemos, pues, discursivamente que, en democracia, es lo mejor que puede pasarnos.
Hasta la próxima.

(1) Si fuera verdad que el poder enferma, podríamos decir que enferma a quienes generan poder contra el poder, a quienes generan conflictos indispensables para poder crecer, si no, no hubiera llegado a viejo tanto hijo de puta que tuvo el poder militar avalado por el poder económico durante la dictadura cívico-militar... ¿O no, Nelson Castro?