"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pen, opta -simultáneamente- por todas..."

jueves, 11 de agosto de 2011

La lógica del medio pelo o aprender a dudar

He visto en esta semana en uno o dos muros de Facebook un mensaje que apesta por su salvajismo pero que apesta más por la estupidez de su lógica:

"SI QUERES TENER MUCHOS HIJOS BUENISIMO... PORQUE EL GOBIERNO Te regala $180 por chico.
HUYY... NO TENES EN DONDE VIVIR?? NO HAY DRAMA... EL GOBIERNO TE REGALA UN LOTE.. Y CON LA CASITA YA LISTA PA VIVIR..NO TE GUSTA TRABAJAR? NO HAY NINGUN PROBLEMA... Te dan algún plan de subsistencia a cambio de un voto. AHORA SI QUERÉS PROBAR CON ESTUDIAR, TRABAJAR, PRODUCIR, EL GOBIERNO TE SUBE LOS IMPUESTOS PARA PAGAR LO ANTERIOR"

Mi amigo, el poeta Heriberto Berón, me comentó hace poco a propósito de una conversación en torno a las políticas sociales: "El votante de derechas es darwiniano, cree que todo radica en el esfuerzo personal y que los receptores de esas políticas sociales "no han sabido o no han querido" superar sus carencias... Así de egoísta y así de perverso es el razonamiento. El hombre es gregario, la solidaridad no es que sea necesaria, es imprescindible." 
Obviamente, adhiero a cada una de estas palabras y agrego, además, la hipocresía de este tipo de pensamiento que cree que cuando al "votante de derechas" las cosas le salen mal, la culpa es siempre del gobierno de turno pero que, cuando las cosas le salen bien, la razón reside pura y exclusivamente en su "enorme capacidad" para ganar más y más dinero. Y es por esa "lógica perversa" que se ofenden cuando el Estado les "roba" a través de los impuestos, a ELLOS que se han sacrificado toda la vida para tener sus autos y sus casas de fin de semana y su pequeño barquito, ése que ahora tendrán que poner a nombre de la hija o de la sobrina para evadir tan política y correctamente sus tan injustas obligaciones. Esto no estaría tan mal si el gobierno utilizara SU dinero para mejorar las veredas o las autopistas o para enrejar las plazas, pero no, el gobierno utiliza SU dinero para asegurar la "subsistencia" de los pobres. Me pregunto cuál es la función de un gobierno (y no estoy diciendo que éste lo haga) sino garantizar la subsistencia de sus ciudadanos. 
Y ni hablar de las netbooks (se olvidaron de nombrarlas en este tan inteligente mensaje) que ahora tienen miles de "negritos" de esos a los que se les "regala" la casa gracias al dinero de ELLOS. Resulta que ahora tienen que escuchar que sus hijos, que siempre fueron a escuelas privadas de medio pelo pero privadas al fin, les pidan de regalo una netbook para el cumpleaños porque el profesor les dijo que estaban pagando por una educación en la cual se trabaja en inferioridad de condiciones con respecto a muchas de las escuelas estatales. 
Y es que esto así no va. Porque los pobres cumplen una función social y hasta religiosa (no olvidemos que de ellos será el reino de los cielos) que es la de lavar las conciencias sociales de quienes no quieren pagar sus impuestos pero cuyas almas caritativas son capaces de juntar la escasa ropa vieja que les sobra (a la que primero le sacan los botones) para que sea entregada a los pobres que, entonces sí, serán dignos de lástima y no de odio social. Tal vez, esa acción caritativa les permita reservarse una parcela en el cielo y, obviamente, en un lindo cementerio privado donde tendrán el derecho a la pudrición privada garantizada. 
Lógica perversa... falta de solidaridad... (que no confundimos con "caridad") Yo agregaría (que no soy poeta como mi amigo) que les duele el hecho de que cada vez tienen menos cosas para diferenciarse de quienes creen tan diferentes de ellos mismos y este acercamiento los espanta a muerte y los llena de odio: odio ideológico, odio de clase, odio ancestral.  Mi mamá siempre decía en tono de broma: "Si no existieran los feos, ¿cómo nos diferenciaríamos nosotros, los lindos?"
Y sin embargo, no es ésta la clase de personas que me preocupa porque son los que seguirán encerrados en esa lógica de pensamiento en la que intentarán dormir tranquilos proyectando en los otros lo que no quieren ni querrán nunca ver en sí mismos. La clase de personas que sí me interesa es la otra, la buena en esencia, la que todavía no se ha detenido a pensar porque tal vez no ha tenido oportunidad de hacerlo, me refiero a los más crédulos, a los que confían en los demás porque son de buena cepa y porque creen tal vez que los demás son de tan buena cepa como ellos. Me refiero a los que "copian y pegan" sin pensar, que son los mismos que repiten ingenuamente lo que escuchan y los mismos que reenvían mails sin chequear información alguna y, lo que es peor, sin DUDAR acerca de la "verdad" que transmiten esos mensajes. 
Aclaro a todas estas personas que no pretendo tampoco que me crean a mí. Para nada. Simplemente estoy tratando de poner en el centro la DUDA. 
La duda, creo yo, es el primer paso para empezar a pensar, es la capacidad del ser humano que lleva a la pregunta antes que a la respuesta. La duda nos permite reflexionar y colocar fuera de nosotros lo que los griegos llamaban "doxa" que es bastante parecido a lo que Marx llamó mucho más tarde "falsa conciencia", es decir, todas aquellas creencias que mamamos desde que tenemos memoria y que incorporamos a nuestro sistema de pensamiento sin filtro alguno y que, en la mayoría de los casos, habla a través de nosotros. También dijo Marx que sólo desde esa falsa conciencia, desde los prejuicios, podemos empezar a pensar porque es algo que todos experimentamos. Pero una cosa es que todos tengamos prejuicios y otra muy distinta es que no los cuestionemos jamás. 
En épocas en que las herramientas tecnológicas crecen a pasos agigantados y nos invitan a reflexionar permanentemente con respecto a las relaciones que mantenemos con ellas, es necesario saber que también dichas herramientas nos determinan de algún modo. Son épocas de vértigo y de estupor en los espacios del pensamiento porque parecería que los avances tecnológicos nos exceden y no hemos podido todavía sentarnos a reflexionar. 
Por eso propongo, en principio, dudar: dudar de la información, dudar antes de copiar y pegar, dudar frente a las pantallas, dudar de los buscadores que nos hacen creer que somos nosotros los que buscamos cuando en realidad condicionan permanentemente nuestra búsqueda, dudar de los mails que recibimos, dudar de lo que leemos en las redes sociales, DUDAR... Dudar para empezar a pensar, para no caer en la comodidad de no tener que decidir demasiado, para no ser más simples sorbetes por donde pasa sin impedimento alguno el líquido discursivo del poder instaurado.  Dudar en estos tiempos no es sólo nuestro derecho sino más que nada, nuestra obligación para seguir siendo parte activa del mundo que nos rodea.
Sigue no siendo otra cosa que la relación entre las palabras y las cosas. Otra vez, una vez más, las palabras y las cosas. Que las palabras digan lo que queremos que digan y no que digan lo que los otros quieren decir a través de nosotros.
Hasta la próxima.