"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pen, opta -simultáneamente- por todas..."

viernes, 18 de enero de 2013

El último encuentro de Sándor Márai


Playa, sol, arena, mar cálido y transparente, clases de samba, mucho vóley, mucha paleta, caipirinhas y cervezas heladas a horas y a deshoras, caminatas: por la playa, por el morro para bañarse un poco de verde, una buena sombrilla y una reposera… ¿Qué más se puede  exigir de unas vacaciones después de un año de trabajo? Siempre puede haber algo más y ese algo más no puede ser otra cosa que un buen libro.
Así como el año pasado no salí por varios días de debajo de la sombrilla por leer la extraordinaria novela de Orham Pamuk, Me llamo Rojo, sobre la que ya escribiré algo algún día, este año me ha pasado algo similar con la impecable El último encuentro del húngaro Sándor Márai (1900- 1989).
El último encuentro es mucho más que la evocación nostálgica por parte de un general del ejército austrohúngaro de un pasado imperial en que los grandes pilares morales del antiguo régimen se han puesto en crisis en la decadencia del imperio. Es mucho más que una historia de traiciones y venganzas y es más también que el “encuentro” tan esperado como inevitable de dos viejos amigos que, ya ancianos, vuelven a reunirse en un viejo castillo de caza, cuarenta y un años después de la última gran cacería real que hubo por aquellos bosques, cuando algo pasó. Algo que provocó la huida de Konrad, el artista, y la necesidad del general por conocer la “verdad”… Ese “algo” instaura el  secreto y la imperiosa necesidad de contar. Habrá, entonces, alguien que dice y otro que escucha en su enorme callar…
Y digo que es mucho más que todo eso porque, en verdad, ese “algo” es lo que menos importa, porque la “verdad” suele estar siempre más cerca de la pregunta que de la respuesta. En este sentido, El último encuentro es la historia de quien se pregunta permanentemente acerca de la “verdad” y de lo que ello significa. Es la búsqueda de la identidad, de entender quiénes somos a partir de la relación con el otro.
Y El último encuentro es también la historia de la última cacería en que cazador y presa se confunden. ¿Quién es el cazador y quién la presa en esta última cacería consumada con precisión y delirio a lo largo de cuarenta y un largos años? ¿El general, cazador innato, que ha esperado más de cuatro décadas la llegada de su amigo “sin moverse, con una mirada sin expresión, cerrando un ojo, como los cazadores cuando tienen la presa en el punto de mira” o el artista que también ha sentido en sus manos “un temblor ancestral, tan antiguo como el hombre mismo, la disposición para matar, la atracción cargada de prohibiciones, […] ser más fuerte que el otro, más hábil, ser un maestro, no fallar. Es lo que siente el leopardo cuando se prepara para saltar, la serpiente cuando se yergue entre las rocas, el cóndor cuando desciende de las alturas, y el hombre cuando contempla su presa.”?
Última cacería que es rito y ceremonia, que es la reconstrucción fiel de la última cena compartida, cuando todavía vivía Krisztina, la esposa del general y el vértice del triángulo. Su espacio vacío en la mesa gritará a lo largo del diálogo lo no dicho. Por eso, El último encuentro representa también la eterna batalla del lenguaje contra el silencio, esa otra gran cacería en que se confunden el cazador y su presa: ¿Es el general cuya arma mortal es la palabra quien tiene en la mira a su presa o es el artista cuyo silencio apunta con la fuerza de una bala mortal?  Lo dicho y lo no dicho… Tal vez en ese intersticio, en ese hueco habite ese simulacro de lo real que llamamos “verdad”. Pero tal vez no…
Y una cosa más todavía: Una prosa impecable que vela y revela el secreto, una prosa a la luz de las velas azules que Nini, la vieja nana del general, pondrá en la mesa para la ceremonia final, una prosa aguerrida que lucha contra el silencio y la oscuridad, una reflexión sobre el sentido de la amistad, sobre el arte y la música, sobre las máscaras, sobre la condición humana y sobre la ancianidad y, obviamente, sobre el lenguaje, el silencio, la soledad y la muerte.
No se la pierdan.
Hasta la próxima.

4 comentarios:

razondelgusto dijo...

¡Qué buena entrada, Laura!
Leí esta novela pensando que podíamos hacer una monografía con una alumna, pero al final desistí porque, a mi humilde entender, es uno de esos libros en los que es necesario tener la experiencia que dan los muchos años para entender ciertas cosas, por ejemplo la espera.
Una nouvelle perfecta, con el infaltable secreto que el autor nunca revela para llenarnos de dudas y de nostalgia. Un abrazo.

Pedro dijo...

"Me odiabas", le dice el general a Konrád, "y tu odio era un lazo tan fuerte como si me hubieses amado. ¿Por qué me odiabas? (...) Seguramente imaginabas (no de una manera manifiesta, naturalmente, sino a través de sentimientos confusos) que una persona mimada y amada por el mundo tiene algo de prostituta. Hay personas a quienes todo el mundo quiere, a quienes todo el mundo regala con una sonrisa, a quienes todos miman y perdonan, y esas personas generalmente tienen algo de coquetas, algo de prostitutas. Ya ves, yo ya no tengo miedo de las palabras. Viviendo en soledad, uno lo conoce todo, y ya no le tiene miedo a nada."
¿No es fabuloso que un amigo le "dispare" siguiendo tu comparación del encuentro con la caza de esa manera a alguien que quiere, que ha querido como a nadie en el mundo? Si algo me ha sorprendido de este libro es la crudeza en las palabras cuando de relaciones humanas se trata...
Gracias, Laura, por haberme hecho volver a la biblioteca a buscar este libro que debe leerse no una sino dos, tres, veinte veces para seguir reflexionando sobre lo que verdaderamente importa en esta vida.

Laura Esponda dijo...

Es probable que así sea, Lili. No digo que no se disfrute a cualquier edad pero sí creo que se llega mucho más hondo con la experiencia de los años. Es una novela que no sólo pone en escena la espera sino que además reclama para su lectura la paciencia de la espera... de la espera por una verdad que siempre es secreta.
Pedro: Los fragmentos que reflexionan sobre la amistad y los sentimientos paradójicos que esta relación genera entre los seres humanos son extraordinarios. Yo, personalmente, me pregunté muchas veces las mismas cosas que el general con respecto a la amistad y no he encontrado tampoco respuestas todavía.
Gracias, chicos, por comentar!

Elsa dijo...

Seguí tu consejo y me compré el libro para llevarme de vacaciones. Lo acabo de terminar y todavía estoy extasiada. Eso que dicen Eleonora y vos de la espera es tal cual. Quien lee está permanentemente en situación de espera. Todavía sigo esperando mientras la pienso...
Gracias por la recomendación!!!