"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pen, opta -simultáneamente- por todas..."

martes, 21 de septiembre de 2010

El hombre de al lado: Cuando el otro me muestra al otro que soy

Estas son las versiones que nos propone:
un agujero, una pared que tiembla...

¿Qué tiene que ver un poema de El árbol de Diana de Alejandra Pizarnik con El hombre de al lado, la película dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat y protagonizada formidablemente por Daniel Aráoz y Rafael Spregelburd?
Todo y nada.
En primer lugar, la poesía. El poema como espacio privilegiado del yo es muy parecido a la casa propia. Mucho más cuando el único espacio en el que se desarrolla la trama de la película es la casa Curutchet, diseñada nada más ni nada menos que por Le Corbusier. La casa Curutchet es la representación del arte, el poema que nunca dirá el hombre de al lado, el que vive del lado de allá. Es el espacio que se muestra a través de grandes paredes vidriadas y que invita al turista o al especialista en arte a fotografiar, a desear, a mirar desde afuera.
En segundo lugar, lo poético. Si la casa es el poema, la cámara es el sujeto poético, es el ojo a través del cual la recorremos. Cada encuadre es un objeto de diseño, un hecho estético en sí mismo que prescinde del guión. El ojo que nos instala cómodamente dentro de ese espacio- poema es, al mismo tiempo, el que vuelve extraño el lugar habitual, es el que hace que nos preguntemos a poco de empezar la película, cuál de los dos protagonistas es, en verdad, el hombre de al lado.
En tercer lugar, el agujero y la pared que tiembla. Un agujero que quiere ser ventana: entrada de luz, mirada al mundo… un agujero que hace temblar la pared pero que, por sobre todas las cosas, desestabiliza el adentro e instala la pregunta por la identidad: quién es esta mujer que vive al lado mío, quién es mi hija, quién soy yo. El agujero es límite y frontera entre mi espacio y lo otro, el agujero es lo que rompe el buen decir y el buen arte. El agujero es invasión e invitación a espiar el espacio del otro: permite la mirada y la posibilidad de ser visto, ya no desde la cámara fotográfica del turista o del especialista en arte, sino desde el “grasa”, el “impresentable”, el otro que, de ninguna manera soy yo.
En cuarto lugar, las versiones. Un agujero, dos espacios. Primera imagen de la película. Un lado de acá y un lado de allá. Pantalla partida y la pared que tiembla. Frontera, límite que es separación más que encuentro y, sin embargo, es inevitablemente encuentro, fatalidad y tragedia. Dos versiones de la vida: ¿Quién es para cada uno de nosotros el hombre de al lado? ¿El grasa impresentable que conquistó a la mejor petera de la ciudad o el diseñador pedante que elige matar en el otro lo que no le gusta de sí? ¿Cuál es mi versión del hombre de al lado? El plano final nos coloca del lado de allá. Y es cierre. Y es clausura.
Finalmente, lo que nos propone. Una comedia negra. Carcajadas. Un buen guión. Buenos encuadres. Y la peor de las preguntas: ¿Cuántos de nosotros mismos hay en el pedante diseñador? ¿Cuántos de nosotros no deseamos exterminar en el otro lo que no nos gusta de nosotros mismos? ¿Cuántos de nosotros no somos él?
No se la pierdan.

Hasta la próxima.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi, profe, lo que me gustó de esa película es que primero me enganche con el pedante y me mate de risa con un montón de situaciones y cuando terminó me quede sentado, pensando como usted dice de que lado me habia puesto sin darme cuenta.
como hace para relacionar dos versos tan sencillos con un tema tan compljo
soy adicto a este blog.
saludos
Cristian

Tomás dijo...

Y yo otro adicto, y me está arrastrando a ir a verla porque hoy me la recomendó en la escuela.
Besos profe :)

lafrasca dijo...

Guauuuu!!!
Impecable como siempre!! qué puedo decir... sos una genia escribiendo..

Elsa dijo...

hola. vi esa película el fin de semana pasado y en un punto me puso nerviosa a pesar de la risa. supongo que a eso te referis con comedia negra. habré visto a mi otra que odie tanto a la mina que dice a cada rato "piquito". ahora vengo, voy a romper el espejo para no dejar morir a nadie! ja!
muy bueno el análisis.

Laura Esponda dijo...

Cristian: es que es una película "incómoda" como casi todas las buenas películas.
Tomás: andá a verla, me interesa mucho (como siempre) tu opinión.
A los dos, gracias por lo de la adicción. Aunque en su etimología adicción es "sin dicción", sin poder decir, a mí es una palabra que, desprovista de su sentido negativo, me encanta (ya sé: corro el riesgo de ser políticamente incorrecta pero a esta altura, la verdad...) Y es que lo que te deja "sin habla" en ocasiones es lo que vale la pena.
Gracias, tanita! En tu comentario, increíblemente, también está la misma idea: "qué puedo decir". Me gusta que estés acá.
Bienvenida, Elsa, a este espacio (¿Te conozco?) Exactamente lo mismo sentí con ese personaje que está tan bien logrado: ese gesto impostado, pura cáscara que se cae al primer problema "insignificante". A mí, personalmente me conmovió la nena "adicta" (para seguir con el campo semántico) a las pantallas y que no habla ni puede responder al sermón "progre" del padre pero que se conmueve con la pieza bizarra que "el hombre de al lado" representa para ella a través del agujero- ventana. El "grasa", el "impresentable" es el único que logra sacarle una sonrisa, esa sonrisa que su propio padre no logrará ni en cien años.
Gente: esta película cada vez me gusta más!

Anónimo dijo...

Qué atractiva tu descripción, me dan muchas ganas de verla. Si los críticos de arte escribieran así, yo compraría diarios.

Felicitaciones, Laurita.

Laura Esponda dijo...

Hola, Mariana.
Te encantaría esa película! En un par de semanas tengo que ir por los pagos del imbécil de Macri y nos tomamos ese cafecito.
Vi que escribiste un montón! Me alegro porque es un placer leerte. Ya pasaré a comentar!
Gracias por pasar, nena.

Lili dijo...

Laura la vi !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!. Me encantaron tus interpretaciones, cuando empezas un curso de cine en capital ?
besitos para todos

Laura Esponda dijo...

Gracias, Lili! Este cuatrimestre ya no había fechas pero en los meses de mayo y junio del año que viene voy a repetir el curso "El doble en la literatura y en el cine" en el Espacio cultural Y que queda en Mansilla al 2900 en Palermo. Ya voy a avisar con tiempo día y horario.
Beso, Lili!

razondelgusto dijo...

El hombre que abrió un boquete a la luz, a su modo, busca vivir con arte. Un arte bizarro, que nos desestabiliza porque no está asociado a la belleza de las formas sino a la violencia, a la ambigüedad. ¿Quién dictamina que una obra de arte es el sillón premiado de Leonardo y no la escultura de balas de Víctor, el iletrado que no pasó por el templo de la Universidad?
También la obrita de títeres de dedos que le arranca la única sonrisa a la hija del diseñador es provocadora: ese baile erótico de dedos convertidos en piernas que se refriegan por dulce de leche, mayonesa, que danzan sobre una banana o una feta de jamón, nos perturba, nos incomoda. ¿Y eso acaso no es función del arte, mucho más que el hermoso sillón semiesférico de alto diseño, símbolo de la comodidad burguesa y snob de su creador?
Por lo demás, adhiero totalmente al interesantísimo comentario que hiciste de esta película inteligente, otra joya del cine argentino en una de sus épocas más prolíficas.

Laura Esponda dijo...

Hola, Eleonora/ Lili! Pensé que me habías abandonado! jaja!
Como siempre tu comentario inteligente completa la lectura... No... Más que completa,como toda buena lectura, abre a muchas más. Adoré esa representación de dedos con botas y jamón mezclado con dulce de leche y mayonesa: una joya en sí misma que no tiene desperdicio. Tal vez, esa desestabilización de la que hablás sea la que marca la diferencia entre un objeto de diseño y una obra de arte, ¿no?
Gracias, Lili, por estar acá!

Regina dijo...

¡Muy buena película!
Un abrazo profe.

Tomás dijo...

Una vez más, sos demasiado grossa y digo "qué hija de mil, no lo hubiera pensado"...
La casa es como un poema, es verdad. Y quisiera reparar en la escena donde Victor le muestra (y regala) a Leonardo una de sus "esculturas" (que a mí me encantaron, y que a la mujer, que es inaguantable, le parecieron una cagada). Pensé: guau, este hombre, este "grasa" (que no se si será porque es Araoz, pero a mí me pareció un simpático total) está generando un hecho artístico: hay algo de Leonardo en Victor, pero como una "otra cosa", Leonardo es un arte rectángular, cuadrado, blanco, prolijo, y Leonardo es un caos maravilloso, hecho de balas y escopetas (como la que usara al final en su "acto heróico") Y además, esa casa vistosa, ES MIRADA, no me había dado cuenta pero hasta Victor se lo dice "qué te hace que uno más te mire?" pero toda la gente mira y pasa a la casa de Leonardo. Es ESA mirada, la de "el otro" el que lo desestabiliza.
La segunda cosa:
La DESOPILANTE escena donde Leonardo le habla a su hija sobre el tan comentado en la historia (del arte) "odio a sus padres"... es verdad: el tipo no se puede conectar ni con la mujer ("piquito") ni con la hija. Ni con nadie (esa sobervia inhumana que tiene con la gente que le viene a pedir opiniones a la casa, ¿son alumnos, no?)
MARAVILLOSA PELICULA. Te deja, eso sí, esa molestia, esa sensación tremenda que es "pensar" cuáles serán los "otros" que yo quiero también dejar morir.
Esta es una de esas historias que "muerden", de las que a mí(nosotros) me(nos) gusta(n).
Abrazo, y ya bajé "Adela H" ;).

Laura Esponda dijo...

Qué buen comentario, Tomás! Un lujo! Yo también voy a volver a ver Adela H. Sos de esos tipos que transmiten pasión hasta por los poros. Gracias a vos volví sobre textos y películas que tenía olvidados. Gracias, hermoso!