Anda dando vueltas desde hace ya mucho tiempo una muy mala costumbre que profesamos algunos con mayor o menor devoción que consiste en ejercer la docencia. Qué mejor momento para charlar acerca de esta mala costumbre que esta semana del 11 de setiembre en que se conmemora en todo Latinoamérica el día del maestro. Mucho se hablará en los colegios acerca del “padre del aula” y de sus pensamientos y acciones de gobierno en pos de la educación, se repetirá en las aulas una y otra vez el viejo verso de que no faltaba nunca a la escuela y se dibujará en algún cuaderno la vieja parra y el viejo telar de la vieja Paula Albarracín cuyo único “gran acto” en su vida fue parir a nuestro contradictorio y siempre viejo, canoso y mal sentado Sarmiento inmortal.
Ciertamente, hay que reconocer que, mal o bien, sólo en los colegios se homenajeará rápidamente y como para irse lo más temprano posible a casa, a quienes tenemos a cargo esa enorme pavada que es nada más ni nada menos que la formación de nuestros jóvenes. En algunos medios, por ejemplo, se elegirá conmemorar los nueve años del atentado a las Torres gemelas que nos gana en espectacularidad y en otros (más queridos por mí, por cierto) elegirán recordar el suicidio/ asesinato de Salvador Allende durante el golpe de Estado chileno de 1973. Los más chotos preferirán decir cosas como “¿Qué están haciendo los docentes con tanto chavista subversivo tomando colegios?” o nos homenajearán dando cifras mentirosas de lo poco que saben nuestros jóvenes universitarios o recordando lo vagos que somos a través de la enumeración de paros que hicimos aun cuando tenemos quince días de vacaciones en invierno y “tres meses” en verano.
Lo cierto es que el 11 de setiembre se celebra, como todos los años, el día del maestro y hoy, entre tanto para recordar, elijo rendir un homenaje a mis colegas docentes que tan vapuleados están (estamos) últimamente en nuestro entorno social. Pero no esperen hoy y acá un texto de reivindicación de derechos ni de defensa ante tanto idiota que critica sin haber dado a luz un puto conocimiento o una puta idea en su puta vida. No. No es esa mi intención. En primer lugar, porque ya no tengo ganas y en segundo lugar porque —mis colegas coincidirán conmigo— no vale la pena en absoluto.
Hoy, en este espacio, elijo homenajearlos (y homenajearme) recordando a aquellos personajes de ficción que, con mayor o menor idealismo o crueldad, nos han representado tanto en el cine como en la televisión.
¿Quién puede olvidar, por ejemplo, al siempre alado y asexuado personaje de Jacinta Pichimahuida, creado allá por finales de los sesenta por Abel Santa Cruz, interpretado por primera vez por Evangelina Salazar y casi diez años después por la suicidada Cristina Lemercier? Quién puede olvidar a este personaje que resolvía no sólo los problemas que surgían diariamente dentro de la clase y de la escuela sino también los del portero, el bueno de Efraín con sus “blancas palomitas”, los de los padres de Cirilo o de Siracussa y hasta lograba que la docta Etelvina (más mala que la mierda e interpretada por primera vez por Mariquita Valenzuela cuando todavía se llamaba María del Carmen) le diera un beso al gordo bruto de Palmiro Caballasca (“¡Me hirve la cabeza!”) eternamente enamorado de la blonda serpiente con trenzas.
Eran épocas, claro, en que la maestra era “la maestra” y no “esa tarada que te manda tarea para el fin de semana”.
Cómo olvidar, por otro lado, al grotesco personaje que Gasalla representara allá por los años noventa: la impresentable y esperpéntica señorita Noelia, con los ojos y los labios mal maquillados, hiperbólica en su bijouterie y que se constituyó en la contrapartida del sencillo y angelical personaje de Abel Santa Cruz: “Yo soy la señorita Noelia”, decía ampulosamente, “docente y mártir”. Noelia se convirtió muy fuertemente y en muy poco tiempo en la parodia más popular de la maestra porque exacerbaba los gestos y los modos de hablar, porque le hacía decir las cosas que, en mayor o menor medida, escuchábamos de nuestros colegas y de nuestras viejas maestras. Si Jacinta Pichimahuida representó el ideal, Noelia nos mostró lo peor de la docencia y de nosotros mismos.
Ciertamente, hay que reconocer que, mal o bien, sólo en los colegios se homenajeará rápidamente y como para irse lo más temprano posible a casa, a quienes tenemos a cargo esa enorme pavada que es nada más ni nada menos que la formación de nuestros jóvenes. En algunos medios, por ejemplo, se elegirá conmemorar los nueve años del atentado a las Torres gemelas que nos gana en espectacularidad y en otros (más queridos por mí, por cierto) elegirán recordar el suicidio/ asesinato de Salvador Allende durante el golpe de Estado chileno de 1973. Los más chotos preferirán decir cosas como “¿Qué están haciendo los docentes con tanto chavista subversivo tomando colegios?” o nos homenajearán dando cifras mentirosas de lo poco que saben nuestros jóvenes universitarios o recordando lo vagos que somos a través de la enumeración de paros que hicimos aun cuando tenemos quince días de vacaciones en invierno y “tres meses” en verano.
Lo cierto es que el 11 de setiembre se celebra, como todos los años, el día del maestro y hoy, entre tanto para recordar, elijo rendir un homenaje a mis colegas docentes que tan vapuleados están (estamos) últimamente en nuestro entorno social. Pero no esperen hoy y acá un texto de reivindicación de derechos ni de defensa ante tanto idiota que critica sin haber dado a luz un puto conocimiento o una puta idea en su puta vida. No. No es esa mi intención. En primer lugar, porque ya no tengo ganas y en segundo lugar porque —mis colegas coincidirán conmigo— no vale la pena en absoluto.
Hoy, en este espacio, elijo homenajearlos (y homenajearme) recordando a aquellos personajes de ficción que, con mayor o menor idealismo o crueldad, nos han representado tanto en el cine como en la televisión.
¿Quién puede olvidar, por ejemplo, al siempre alado y asexuado personaje de Jacinta Pichimahuida, creado allá por finales de los sesenta por Abel Santa Cruz, interpretado por primera vez por Evangelina Salazar y casi diez años después por la suicidada Cristina Lemercier? Quién puede olvidar a este personaje que resolvía no sólo los problemas que surgían diariamente dentro de la clase y de la escuela sino también los del portero, el bueno de Efraín con sus “blancas palomitas”, los de los padres de Cirilo o de Siracussa y hasta lograba que la docta Etelvina (más mala que la mierda e interpretada por primera vez por Mariquita Valenzuela cuando todavía se llamaba María del Carmen) le diera un beso al gordo bruto de Palmiro Caballasca (“¡Me hirve la cabeza!”) eternamente enamorado de la blonda serpiente con trenzas.
Eran épocas, claro, en que la maestra era “la maestra” y no “esa tarada que te manda tarea para el fin de semana”.
Cómo olvidar, por otro lado, al grotesco personaje que Gasalla representara allá por los años noventa: la impresentable y esperpéntica señorita Noelia, con los ojos y los labios mal maquillados, hiperbólica en su bijouterie y que se constituyó en la contrapartida del sencillo y angelical personaje de Abel Santa Cruz: “Yo soy la señorita Noelia”, decía ampulosamente, “docente y mártir”. Noelia se convirtió muy fuertemente y en muy poco tiempo en la parodia más popular de la maestra porque exacerbaba los gestos y los modos de hablar, porque le hacía decir las cosas que, en mayor o menor medida, escuchábamos de nuestros colegas y de nuestras viejas maestras. Si Jacinta Pichimahuida representó el ideal, Noelia nos mostró lo peor de la docencia y de nosotros mismos.
Y así, entre el ángel y el demonio, entre el ideal y la parodia cruel, hemos sido representados una y otra vez en la pantalla chica: ¿Cómo no nombrar al paciente y enamorado profesor Jirafales de El Chavo del 8 o al triste y edípico profesor Skinner de Los Simpson? ¿Cómo no mencionar además, al monumental Diego Capusotto en su caracterización del profesor Juan Strasnoy, subsecretario del Ministerio de Educación, muy preocupado por enseñar a los jóvenes el buen uso del idioma. Los recursos pedagógicos que despliega en el proceso de enseñanza y de aprendizaje son los que muchos docentes reprimimos diariamente a la hora de enseñar.
Pero no sólo la televisión nos ha representado en personajes memorables. También el cine nacional nos ha dado desde el sensiblero y demagógico profesor “hippie” de Sandrini (se escribe “hippie”, se pronuncia gi-pi o ji-pi) hasta la oscura y conservadora profesora de Historia, esposa del apropiador que representara Héctor Alterio en La historia oficial.
Todos ellos han mostrado imágenes más o menos idealizadas o estereotipadas del docente y han colaborado en la construcción de un determinado imaginario social.
Más allá de nuestras pantallas, la filmografía universal ha abundado también en docentes modélicos que, con mayor o menor sentimentalismo, han sido representados casi como héroes medievales al rescate de los “rebeldes sin causa”: Desde el rudo y a la vez tierno Glenn Ford de Semilla de maldad al jovencísimo, casi mago, maestro Sydney Poitier de Al maestro con cariño, el cine ha intentado demostrar con relativo éxito que con creatividad, cariño y mucho de caballero andante, todo puede lograrse en la dimensión desconocida del ámbito escolar.
Cómo no recordar en la saga de los grandes maestros cinematográficos al increíble Peter O´Toole de Good bye, Mr. Chips o el más moderno pero no menos extraordinario Kevin Kline de Lección de honor. Tampoco quiero dejar de nombrar (a tantos… pero no me alcanzaría la semana, el mes, el año…) al profesor Uchida de Mandadayo de Akira Kurosawa ni al inolvidable maestro republicano de La lengua de las mariposas que tan extraordinariamente interpretara Fernando Fernán Gómez en esa gran película sobre la Guerra Civil, que sobre todo es un canto a la lealtad.
Para finalizar, quiero regalarles un par de fragmentos de dos películas con cuyos protagonistas me he sentido identificada más de una vez en mi vida profesional y que muestran dos imágenes de maestros absolutamente distintas, insertas en realidades también diferentes y que reclaman, a su vez, diferentes estrategias.
La primera, La sociedad de los poetas muertos del australiano Peter Weir, representa un “nuevo” modelo de docente en la historia del cine cuyo objetivo ya no es “domar al rebelde” sino, por el contrario, “rebelar al domado”. Veamos esta escena que es uno de los primeros encuentros que el profesor tiene con sus alumnos dentro del aula:
El profesor Keating, representado por Robin Williams, es un atípico profesor de Literatura si consideramos que se desempeña en un tradicional y conservador colegio inglés; cuenta con un alumnado obediente y desinteresado que sigue en su mayoría al pie de la letra las instrucciones de todos y cada uno de sus maestros y que forma parte de un aula que siempre mira al frente y de una clase que jamás se desarrolla fuera del salón. El primer objetivo será pues, desestabilizar, desestructurar: cambiar la mirada y el ritmo, salir al mundo y mostrarlo en su verdadera magnitud, enseñar que los libros no siempre dicen la “verdad” y que la salvación sólo puede venirnos a través del arte y del desarrollo de nuestra propia identidad.
Obviamente, el maestro no durará mucho tiempo en esa institución ya que los representantes del “buenpensar” lo “sacrificarán” para salvar las papas de un sistema retrógrado e ineficiente que se ha mostrado incapaz de mantener cautivas las pobres mentes de esos jóvenes, según se les había encomendado desde el grupo de familias "aristocráticas" cuyo dinero había sido destinado a la continuidad de su clase y no a convertir a sus hijos en seres pensantes y dueños de su propia identidad. Pero claro, el profesor se irá sabiendo que alguna semilla ha sembrado en la mente de aquellos jóvenes porque ellos mismos se lo harán saber con el cuerpo y con el alma. Ellos serán los únicos que, a través de ese acto de rebeldía final (que consiste en una parada arriba del banco en lugar de una sentada como se estila por estas épocas), estarán con él y con su modelo de educación, a pesar de que poco puedan hacer a esa edad para elegir cómo y por quién quieren ser educados. La pregunta que queda en el aire después de esa imagen ideal de educación y de relación entre maestro y alumnos es cuánto tardarán esos chicos en convertirse en sus propios padres una vez que pase la “rebeldía” de la juventud.
En esta misma línea se inscriben también el egocéntrico y transgresor maestro de música que interpreta Jack Black en Escuela de Rock y la feminista Julia Roberts, la maestra de arte que intenta cambiar la mentalidad de las chicas educadas para ser amas de casa, en La sonrisa de Mona Lisa.
En esta misma línea se inscriben también el egocéntrico y transgresor maestro de música que interpreta Jack Black en Escuela de Rock y la feminista Julia Roberts, la maestra de arte que intenta cambiar la mentalidad de las chicas educadas para ser amas de casa, en La sonrisa de Mona Lisa.
La otra película, Entre los muros, del francés Laurent Cantet, por su parte, está muy lejos de dar soluciones fáciles o idealistas a la cuestión educativa, tal vez porque se construye en el límite entre el documental y la ficción: el actor que hace de profesor —quien además es el autor de la novela sobre la que está basada el guión— ES el profesor y los alumnos que hacen de alumnos SON sus verdaderos alumnos. Si bien predomina la historia sobre el documento, la cámara es rigurosa y parece no intervenir demasiado en los conflictos que se desarrollan a lo largo de la trama. Para Cantet, el mundo no se divide en docentes buenos y docentes malos, por el contrario, se aleja de la sensiblería cursi de películas anteriores y muestra al sistema educativo en toda su crudeza, tal como es: más que soluciones al conflicto educativo, se trata de problematizarlo, de formularnos la pregunta antes que la respuesta. Acá no encontraremos ni al maestro que rescata de la marginalidad a los rebeldes adolescentes ni al profesor desestructurador de estructuras. Por eso es que no nos vamos tranquilos del cine, porque nadie nos ha dado la receta que nos indique qué tenemos que hacer: (1)
Acá no hay héroes. El profesor Marin es un ser humano común y corriente enfrentado a problemáticas nuevas y contundentes sobre las que muchas veces no sabe cómo reaccionar. Acá el profesor se equivoca y se equivoca mal, no porque sea un villano o un incapaz, sino porque es un ser humano que hace, que todo el tiempo tiene que tomar decisiones y que sabe que de sus decisiones dependerá el desarrollo de la clase y de las que vendrán a continuación; sabe que cada entrada al aula es una puesta en escena que deberá improvisar como si fuera la última, sabe todo lo que se exige de él y sabe también lo difícil que será cumplir con las expectativas sociales pero, fundamentalmente, con las de sus estudiantes que piden a gritos que alguien les muestre los límites y les enseñe no qué deben pensar, sino a pensar; que les enseñe no qué deben crear, sino a crear; que les enseñe más que a resolver problemas a problematizar: que les enseñe a trabajar para construir la propia identidad en relación con su entorno, que los guíe sin empujar, mostrando más que demostrando y preguntando antes que respondiendo.
Finalmente, este 11 de setiembre, quiero mandar junto con todos estos personajes, un cariñoso saludo y mi más sincera admiración a todos los colegas docentes para decirles que no están solos, que Jacinta Pichimahuida, la señorita Noelia, el profesor Jirafales, el maestro Skinner, Mr Chips, el señor Keating, el profesor Marin y tantas otras creaciones del ingenio universal están hoy acá para mostrarnos que existimos y que somos importantes. Vaya, entonces, este homenaje para todos ustedes.
Permítanme, por último, agradecer a mis propios maestros, a los vivos y a los que ya no están: los de la academia y los de la vida:
A Juan Francisco Esponda y Esther Esmoris que no sólo me cambiaron los pañales sino que fueron mis primeros y mejores maestros.
A Luis Iglesias, a la Sra. de Andié, a la Sra. Beba (María de la Asunción Barceló Flores), a Juan Carlos Bilelló, a Enrique Pezzoni, a David Viñas y a tantos otros maestros que dejaron su huella tanto dentro como fuera del aula.
A El Maestro, Jorge Luis Borges, que me enseñó entre tantas otras cosas, que los caminos se bifurcan infinitamente y que cuando elijo un camino me pierdo infinitos otros menos uno: el que elegí.
A todos: Muy feliz día.
Hasta la próxima.
(1) Lamentablemente no pude subir el fragmento que había preparado para esta oportunidad, por lo que fue reemplazado por el trailer de la película que muestra muy bien la problemática a la que se enfrenta el profesor Marin.
17 comentarios:
Con orgullo y cariño soy el primero en comentarle la nota:
1) Mona Lisa ♥ amo esa película
2) Muy feliz día y gracias por todo lo que hace/hizo por mí.
Y sí, lamento que el lugar del profesor/maestro/educador sea muchas veces victima de tanta estupidez.
Profe, muchas gracias por hacerme/nos pensar. Aunque no este de acuerdo a veces, gracias por la rabia, es mejor que nada, mejor que el vacío como dice usted :P
Beso!
¡Oh, querida amiga! ¡Cuánto le agradezco este maravilloso texto suyo!
Creo que hemos hablado sobre el tema. Es evidente que el acto de transmitir conocimiento (aquí cabría decir que el sentido más amplio y, a la vez, estricto, de la palabra “cultura”, es lo que no se hereda genéticamente, es decir, lo que se transmite, por eso no he escrito “transmitir cultura”, que es un pleonasmo) es requisito indispensable para definir a un ser humano. Entonces, la profesión de docente (porque indocente no existe y si existiera sería algo propio de la curia, seguro) es la profesión humana. Pero humana sine qua non… Si no nos enseñan a caminar erguidos, a controlar nuestros esfínteres, no lo haríamos… Si no nos hubiesen enseñado a enseñar, nuestra especie no habría prosperado (aunque, en algún que otro sentido, “prosperado” es una hipérbole inaceptable…)
Le juro por lo más sagrado, por Inodoro Pereyra, que soy un buen hombre… ¿Sabe por qué? Porque mis padres, de origen campesino y con la escuela primaria sin acabar, me enseñaron a serlo, porque un ejército de gentes buenas que fue cruzando mi existencia me enseñó a serlo. Porque mi maestra de 2º grado, la señorita Kota, me enseño a serlo. Porque Eithel Orbit Negri, recientemente fallecido, me enseñó por segunda vez a leer, a pensar la lectura y lo que escribo.
Aunque alguna vez su profesión sea como la de Sísifo, no reniegue nunca de ella, “No digas no puedo más y aquí me quedo”. Compréndalo, Laura, se detendría el mundo… Eduque, edúquenos, saque de nosotros lo que llevamos dentro (*)
Heriberón 1.500 mgs (sobredosis)
P.D.: ¡Señorita, señorita! ¿Puedo ir al baño?
(*)significado etimológico de “educar”
Feliz dia, profe!
Me acuerdo una de las primeras clases que tubimos con usted que nos dijo: "A mi no me crean nada" Que bueno, fue la primera y la ultima vez que un profesor me dijo algo así. Igual yo le creo casi todo.
otra vez feliz dia.
Cristian
Gracias, Tomás, creo que ya discutimos lo de Mona Lisa (jaja)
Y está bueno no estar de acuerdo. Imaginate si todos estuviéramos de acuerdo, qué aburrida sería la vida!
Cristian: Todavía me sorprende que algunos alumnos recuerden las palabras tal cual las he pronunciado alguna vez. Me sorprende de Tomás, cuando dice que yo dije que la rabia o el dolor son siempre mejores que el vacío y me sorprende de vos que recuerdes que alguna vez dije que no me creyeran nada... Gracias, Cristian, por recordarlo y por la confianza que me regalás.
Querido poeta:
Recuerdo una charla que tuvimos sobre Prometeo, ese héroe que le robó el fuego/luz/conocimiento a los dioses para entregárselo a los seres humanos. ¿La recuerda, poeta? Y el terrible castigo al que fue sometido por semejante atrevimiento. Me pregunto qué diferencia habrá con la sabia serpiente del mito de Adán y Eva que es nuestra Prometea bíblica: ¿qué otra cosa que el conocimiento representaba esa manzana/tentación para la humanidad? Fíjese, poeta, qué antecedentes de docentes tenemos: Prometeo y la serpiente, dos transgresores, dos desobedientes, dos titanes frente al poder de los dioses, tan egoístas ellos con su saber, única forma de garantizar su poder sobre la Tierra. (¿Le suena, don Miguelito Foucault?)
Por eso, los docentes nunca vamos a estar bien pagos porque somos peligrosos y desobedientes. Si un docente no es peligroso y desobediente para el poder, entonces no será docente, será un instructor o un acólito o un empleado del poder de turno.
En fin, poeta, que me recordó esa larga charla por mail que tuvimos tiempo atrás y que viene a cuenta de lo que usted dice al final de su comentario: educar es tan simple y tan complejo como eso: que el otro dé a luz lo que de algún modo ya está en él.
Gracias a los tres por estar siempre acá.
Ah! Me olvidaba...! Entre las cosas que todavía enseño a mis alumnos está la de controlar esfínteres. Ante su pregunta del final del comentario, mi respuesta siempre es otra pregunta:¿Qué preferís? ¿Ir al baño y hacer un trabajito extra o aguantarte hasta el recreo? Los que todavía no aprendieron a controlar esfínteres, se comen el trabajo, pero segura que en la clase siguiente se acuerdan de ir al baño en el recreo; en cambio, los que no tienen real necesidad de ir al baño, se aguantan hasta el timbre.
En fin, que volví porque me olvidé de decir que, en general, las docentes también tenemos mucho de brujas! Y nos encanta! jaja
FELIZ DÍIIIAAAA MAESTRA!!!!!! Muy buena tu nota/homenaje, el repaso de los distintos tipos de maestros que nos han ido formando (interpretación a gusto), además de la recomendación de la peli de Cantet que no ví...Besos a los maestros que maestrean, a los docentes que docentean y a los profesores que profesorean (una auténtica Casereada muy homenástica. Lali
“Recuerdo una charla que tuvimos sobre Prometeo, ese héroe que le robó el fuego/luz/conocimiento a los dioses para entregárselo a los seres humanos. ¿La recuerda, poeta? Y el terrible castigo al que fue sometido por semejante atrevimiento. Me pregunto qué diferencia habrá con la sabia serpiente del mito de Adán y Eva que es nuestra Prometea bíblica: ¿qué otra cosa que el conocimiento representaba esa manzana/tentación para la humanidad?”
¡Cómo olvidar esa charla Dª Laura! ¡Es la misma idea central, el mismo mito! Hasta uno de los nombres asignados al demonio delata esta relación íntima: Lucifer, el que hace la luz… El enfrentamiento entre religión y ciencia (o bien, conocimiento) es alimento nuclear de nuestra sangrienta Historia. Por una cuestión que de tan evidente resulta una perogrullada, cuanto más se acerca uno a un polo de la dicotomía, más se aleja del otro… cuanto más creemos en dios menos sabemos, cuanto más sabemos menos creemos en dios… siendo la ignorancia la principal herramienta de dominio del poder, saber, entonces, es peligroso, subversivo… ¡Los docentes son, por definición, luciferinos! (Gracias a dios, valga la paradoja)
Tengo que decirle que lo mejor que he hecho en mi vida ha sido matar a dios. Nada comparable a esta sensación de libertad que la ausencia del dogma me ha dado, preludio que fue, además, de la muerte de otros dogmas que aún circulan por ahí… Elijo, luego existo.
Heriberón 500 mgs
P.D.: Yo hago el trabajito extra, pero tengo que ir al baño (bruja, más que bruja)
Profe, a qué se refiere sobre lo que discutimos de Mona Lisa? jaja, eso no me quedó claro.
Ah, y sí, recuerdo mucho las cosas que dice, y sí, me acuerdo cuando nos dijo "a mí no me crean nada". ¿lo mejor que puede decir un profesor? ;)
Laura,
Devoré ansiosamente tus palabras. Me reí y se me escapó alguna que otra lágrimita.
Cuando uno recién empieza lo hace con mucho ímpetu, más si abrazaste esta profesión por vocación y no como alternativa mientras te dedicás a otra cosa. Por lo mismo también te bajonéas mucho y los malos resultados se convierten en tragedias... en fin... calculo que será cuestión de acumular experiencia y de escuchar a los que ya caminaron ciertos senderos.
Gracias por compartir tus ideas conmigo, admiro mucho tu trabajo y sos uno de mis referentes (sí, aunque nos vemos poco y somos de campos distintos, tengo facilidad para identificar a los buenos maestros!)
Un beso
Silvia Gómez
Hola, Lali!
Me encantó lo de "interpretación a gusto". Hay más de un docente que cree que formar es hacer al otro a su imagen y semejanza.
Querido Heriberto:
Yo suscribiría sin pensar lo de acá arriba pero, si lo pienso un poquito, conozco gente que conoce mucho y también cree en Dios, cosa que no deja de parecerme una paradoja como a vos.
Sin embargo, con los años, he aprendido a "aceptar" que quienes profesan ese sentimiento que es la fe (cosa que jamás he experimentado en mi vida, ni siquiera de chica cuando ya no lo entendía) no pueden explicarlo racionalmente (tal vez por lo que decís acá arriba) Pero tampoco el amor (y eso sí lo he experimentado muchas veces a lo largo de mi vida) puede explicarse a través de la razón. Si uno pudiera elegir de quién se enamora, qué aburrida sería la vida!
Tomás:
Si mal no recuerdo, una vez, en algún pasillo, me hablaste de esa película y te dije que no me había gustado demasiado y no lo podías creer! Pero, bueno, viste que a esta edad uno no recuerda todo exactamente y tal vez no haya sido con vos (aunque estoy casi segura)
Bienvenida, Silvia, a este espacio!
Cuánta verdad hay en lo que decís. El trabajo del docente es sumamente ingrato en algunos casos (y no sólo por los salarios o por el desprestigio social instaurado más desde el poder que desde cualquier otro lugar) sino por lo que vos decís: cuántas veces se te pincha el globo y hay que volver a empezar. Pero, como te decía en un mail por ahí, lo que importa es la pasión por lo que hacemos que a la larga se transmite a los demás y da sus frutos. La pasión y el trabajo. Y vos le ponés diariamente (como vos decís no hace falta estar adentro del aula para saber cómo trabaja el otro) toda la pasión y el trabajo a lo tuyo. Por eso, con el tiempo, te va a ir volviendo de a poco todo lo que diste, al menos, de parte de tus alumnos que, en verdad, es lo único que importa.
Un abrazo a todos y una vez más, gracias por estar acá!
jajaja ahhhh, sí, me acuerdo lo de Mona Lisa que no le había gustado jajaja.
No lo podía creer. Será porque los productores de la peli no le pidieron los derechos de su vida para hacerla? ;) jajajajaja Me hace acordar a usted esa peli ;)
Feliz día (atrasado :P) y muchiisimas gracias por todo lo que me enseñaste, en cuanto a literatura, ortografía y gramática, y en cuanto a toooooodisimo lo demas.
Muy lindo texto! Cuando vi dead poets society, yo también pensé en vos.
Te extraño mucho, y extraño tus clases. Ojala volvamos a cruzarnos en algun aula, algun día..
un beso enorme,
Clari.
A pesar de huir de la nostalgia , en el momento de lectura afloran esas emociones que, garúan en la memoria y me llevan a los espacios en los que compartí esas pelis con mis alumnos.
Y sï,hoy me siento más cerca del maestro de Cantet , por la innumerable cantidad de interrogantes que acopio después de cada clase.Agradezco no estar en la cocina repitiendo recetas, me gusta mas el laboratorio que se me impone al intentar una , al menos una respuesta, de vez en cuando,para seguir con mis clases
con otra energía y más curiosidad que en mis primeros años.
Saludo con admiración a los docentes como vos, Laura y como Silvia que no sólo enseñan, además EDUCAN.Festejo saber de sus clases que, como las de otros tantos, son desafíos a pensar, a crear , a crecer.Felíz día a todos esos grandes!!
Gracias, Tomás, por la comparación! ¿Tan feminista me veo dando clases? jaja!
Gracias, Clari, por recordarme con Mr Keating y por extrañarme y por todo lo que me decís acá arriba. Con alumnos como vos o como Tomás la tarea del docente se vuelve, no digo más fácil. pero sí mucho más placentera porque, si educar es dar a luz, es sacar del otro lo que ya lleva adentro, ustedes traen tanto para dar que contagian pasión por los cuatro costados.
Gracias, Lili, por la fuerza de tus palabras pero, por sobre todo, por tu trabajo constante con los docentes: incentivándolos, levantando su autoestima y todo ese trabajito de hormiga que hacés a diario para que todo funcione cada vez un poco mejor. ¡No es fácil ser guía de maestros!
Aprovecho, además, para agradecer los comentarios cariñosos y llenos de aliento para continuar en la lucha de todos los colegas (y no colegas) que me contestaron por mail o por teléfono. En esta profesión, a veces tan solitaria, lo mejor que podemos hacer por el otro es hacerle saber que no está solo. Gracias por eso a todos ustedes.
me gustó mucho este post. me parece una manera re original de homenajear a los profes. pero, no sé si estoy tan de acuerdo con que todos los docentes sean tal como vos los ves. He tenido pésimos maestros que no solo sabían poco sino que además no podían pararse frente a un grupo de 30 0 32 monos que estábamos ahí para comernos vivos a los profesores y lo unico que sabían hacer era balbucear y pedir perdón por mandarnos tarea.
creo que los buenos docentes son, como vos decís, los que dejan alguna huella en la vida, pero no hay muchos, se cuentan con los dedos de una mano y generalmente sobran dedos.
Saluditos.
Vamos a comenzar con UN detalle cinematográfico:
* DECIME QUE "MONA LISA" TE PARECIÓ UNA CAGADA PORQUE SI NO ME ASUSTO.
Lo único que rescato es lo que le dice la enfermera que terminan ehcando por hablarles de métodos anticonceptivos a las "niñas": "No les demuestres miedo...huelen el miedo"
Algo parecido me dijo mi vieja cuando entré a mi prmer laburo a los 23, en Quinto año de la escuela nocturna y parece que me aprendí esa lección de mi maestra porque jamás tuve que preocuparme por eso.
El resto de la película es una remanida bosta (sorry si algunos de tus lectores se han encariñado con la boquilarga Julia)
Gran recuerdo el de la "Sociedad de los poetas muertos" con ese CARPE DIEM como frase secreta e iniciática. Yo la pude ver cuando se estrenó y yo estaba en Quinto año y siempre pensé en lo orgullosa que me sentiría si alguna vez un alumno se paraba en el banco por mí. Vos conociste esa sensación y si no dijeron "Oh, captain, my Captain" (no sé si se escribe así), fue porque la peli es vieja y no la conocían.
Pero de cualquier modo me quedo con el Carpe Diem, "arrancarle el tuétano a la vida" qué imagen perfecta. Como digo siempre: HAY QUE "CARPE" EL "DIEM" PORQUE SI NO EL "TEMPUS" SE TE "FUGIT" Y DESPUÉS "UBI SUNT?"
Muy bueno el recorrido, gracias por el recuerdo de "Al maestro con cariño" (qué "dable" que estaba Sidney Poittier)
Como educadora, Sarmiento no me lo banco mucho, sobre todo cuando me rompen las guindas los gorriones que habitan mi fikus, pero lo perdono por "FACUNDO".
Yo creo que las personas que nos rodean son maestros para nosotros y de vos aprendí muchas cosas (menos reglas mnemotécnicas) y ya las hice propias; una de ellas es la frase "Uno llama a sus demonios cuando menos los necesita" ... Nunca más los llamé cuando no puedo comer chocolate.
Gracias por el feliz día y acordate de saludarme el 17 de septiembre que es el día del profesor... ¡CATÓLICO!
Feliz día con retroactividad para vos y saludame a la Tía Laura y a la "chica de barrio" y a todas las tuyas que encuentres por ahí.
Besotes enormes.
LBP
Querido amigo anónimo:
Es cierto que no todos los docentes son buenos en lo que hacen. Pero tampoco son todos buenos los médicos, ni los abogados, ni los arquitectos, ni los ingenieros...
Además, muchos docentes no tienen una formación universitaria (como los médicos, abogados, etc.) y eso no es culpa de ellos sino de un Estado que jamás se ha ocupado de lo más importante para la construcción de un país: la formación de quienes tienen a cargo la formación de chicos y jóvenes. En los escasísimos países en los que la educación funciona bien, los maestros, desde el nivel inicial hasta el superior, tienen formación universitaria que varía entre los cinco y siete años. Este desinterés en la formación de docentes en casi todos los países del mundo no es para nada casual. Tiene que ver con lo que conversábamos acá arriba con mi amigo Heriberto: la relación entre saber y poder: una nación ignorante es una nación sumisa y los nuevos "dioses" del poder (que no son precisamente los políticos como pretenden a toda costa hacernos creer) lo saben mejor que nadie.
Nati, amiguísima del alma:
No te asustes para nada. Sabés muy bien que no me gustó esa película, a pesar de que amo a Julia en cualquier cosa que haga.
En cambio, La sociedad... me sigue emocionando como la primera vez. Esa escena (http://www.youtube.com/watch?v=Qk6NV6OWoY4) en que Mr. Keating entra silbando por una puerta y sale silbando por la otra, invitándo a sus alumnos a moverse de sus asientos para mostrarles viejas fotografías en la vitrina del patio y les enseña el significado de "carpe diem" es realmente inolvidable. Dudé si poner ese fragmento o el que puse finalmente. En realidad, hay películas que habría que recordar completas.
Y claro, también lo sabés, entre Sarmiento y Estrada, sin ninguna duda, elijo a Sarmiento con todas sus horribles contradicciones o precisamente por ellas que pueden encontrarse una tras otra en su extraordinario Facundo.
Y también, MAESTRA, sabés cuánto te quiero y cuánto te admiro. Y, aunque lo sepas de memoria, lo voy a seguir diciendo una y otra vez, porque ésas son las cosas que deben ser dichas y redichas y que nunca deben darse por sabidas. Porque los sentimientos no se saben, se sienten o no se sienten y cuando se sienten hay que gritarlos...
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