Si en Caché (Escondido), Michael Haneke desafiaba la mirada y nos hacía preguntarnos permanentemente quién mira a través de esa lente que no nos lleva de las narices para indicarnos qué mirar o qué focalizar, en esta cinta en blanco y negro, La cinta blanca (Das weisse bande), el director austríaco vuelve para desafiarnos otra vez el mirar y el escuchar y, como siempre, el sentir. Si en Caché se nos ocultaba el ojo, acá lo que se oculta es lo mirado. Desde la ausencia de color hasta el fuera de campo casi obsesivo, La cinta blanca es una fiesta para los sentidos pero también y sobre todo un desafío a la inteligencia y a la competencia cinematográfica del espectador: Desde Tarkovsky a Bergman hasta Shyamalan en El bosque o, incluso la inolvidable Village of the Damned de John Carpenter, las reminiscencias de La cinta blanca cliquean la memoria del cinéfilo y lo invitan a una variada red intertextual.
Un pueblito protestante en Alemania en 1913, la voz en off del maestro que intenta comprender lo que pasó muchos años después: una serie de sucesos extraños: el accidente del médico, el de la campesina, el secuestro y la tortura del hijo del barón, el incendio del granero, el que aparece ahorcado en un galpón... El pastor, los hijos del pastor... y el huevo de la serpiente, la pregunta por la Historia desde la historia...
Un pueblito protestante en Alemania en 1913, la voz en off del maestro que intenta comprender lo que pasó muchos años después: una serie de sucesos extraños: el accidente del médico, el de la campesina, el secuestro y la tortura del hijo del barón, el incendio del granero, el que aparece ahorcado en un galpón... El pastor, los hijos del pastor... y el huevo de la serpiente, la pregunta por la Historia desde la historia...
Pero la película no da respuesta alguna. Haneke invita una vez más al espectador a la mudez que da paso al pensamiento y a la pregunta por la pregunta de la pregunta. La cinta blanca abre puertas porque las cierra a la mirada: como la escena del castigo corporal: cámara fija y puerta cerrada o la del campesino cuyo llanto por su esposa muerta nos llega desde detrás de una pared, o el piano de la baronesa que se adelanta a lo visual y nos instala en el límite entre lo diegético y lo extradiegético. Todo está pero no se ve, todo se sabe desde el principio pero nadie hay detrás de ese ojo para que nos lo confirme. Todo es y no es...
Así, La cinta blanca es un policial, y no; es suspenso y es terror, y no; es una pregunta por el origen de la maldad, y no... Es todo eso y mucho más: es bellísima fotografía y es excelente actuación, es narración que crece a pasos agigantados y es plano fijo en el final que, como en Caché, es la mirada que vela el mirar, es la puerta que se abre...
La cinta blanca se estrena el jueves 22 de abril. No se la pierdan.