"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts´ui Pen, opta -simultáneamente- por todas..."

lunes, 8 de octubre de 2012

"Cornelia frente al espejo" frente al espejo

 ¿Es posible llevar al cine un texto literario? Sí, es posible. Así lo han demostrado cantidades de películas que han trabajado con enormes textos literarios y los han llevado al cine de manera más o menos exitosa. Ahora, ¿es posible llevar al cine un cuento como "Cornelia frente al espejo" de Silvina Ocampo y seguir haciendo cine? ¿Qué pasa cuando el cine más que cine es literatura para ver? ¿Qué pasa cuando todavía tenemos la impresión de estar leyendo antes que estar viendo cine? Pasa la sorpresa, la sensación incierta de estar leyendo imágenes y voces ya escuchadas, ya imaginadas, ya entrevistas hace tiempo en eso que crece entre las letras y el sujeto que lee. Y como toda sorpresa, desestabiliza, vuelve extraño aquello que hasta un instante nos resultaba tan familiar: el simple hecho de que la literatura es literatura y el cine es cine. En Cornelia frente al espejo de Daniel Rosenfeld se desdibujan los límites entre palabras e imágenes, entre diálogo y guión, entre música y poema, entre leer y mirar... 
Eugenia Capizzano es, efectivamente, Cornelia. Aun cuando la fotografía, la elección de los objetos y de la casa logran el clima fantasmal y único que ha sabido generar la escritora a lo largo de sus textos, no cabe la menor duda de que la interpretación de la protagonista hace la diferencia entre la sensación de estar viendo el cuento de Silvina Ocampo o de estar viendo una lectura más.  
Y la película es el espejo que de pronto es "a través" y es puerta al otro yo y al otro y al otro y al otro... Una casa que habla a través de sus paredes, de sus cuadros antiguos y callados donde habitan fantasmas: los propios, los ajenos —que son también los propios y los ajenos Los objetos que cobran vida como las imágenes, como los muertos, como las muñecas de piedra: un televisor que encierra al cisne que muere bailando, una caja de música antigua que llora, gime, expresa la alegría y el dolor de estar a punto de morir, a punto de vivir... Y hasta el vestido que lleva puesto Cornelia es el vestido de Cornelia, con cierre al costado como los de mamá, como los de las tías, con amplia falda clara que planea en el aire y que vela y revela las formas de un cuerpo que ya no quiere ser más y, sin embargo, quiere seguir siendo: 
"¿Qué piensa hacer con el cadáver? ¿Piensa cortarlo en pedacitos? ¿Piensa dejarme aquí tendida en el suelo? ¿Sabe usted que hay ratones en esta casa y que podrían desfigurarme? ¿Si resolvieran comer la punta de mis dedos? ¿Si me dieran un mordisco en la nuca o en la garganta? ¿Usted se da cuenta el dolor que yo sentiría?
Los muertos no sienten nada, señorita.
Eso es lo que usted cree, señor. Los muertos son muy sensibles. Sienten todo. Son más lúcidos que nosotros. Si usted les ofrece carne o vino no lo apreciarán, pero hágales oír música o regáleles perfume, y verá. Nunca están distraídos."

Juego de dobles, de dobles conocidos, de dobles otros, Cornelia frente al espejo, la película de Daniel Rosenfeld, es también el doble de "Cornelia frente al espejo", el cuento de Silvina Ocampo: su espejo, su muñeca de piedra, su fotografía, su amante y su asesino. Es cine para leer, literatura para mirar. Es Cornelia que, frente a sus espejos, está a punto de morir para empezar a sentir esto que no es cine, que no es literatura, es otra cosa...
Hasta la próxima.

martes, 2 de octubre de 2012

Días de vinilo: una reivindicación del lugar común


Los discos de vinilo son ya casi un lugar común de la nostalgia. Si a esto le agregamos el clásico final feliz de la comedia de amor,  una historia de cuatro amigos cercanos a los cuarenta, unidos por la música y por sus frustradas relaciones con el sexo opuesto y la trillada asociación de seguir- insistiendo-en-la-música con la incapacidad de madurar y, contrariamente,  casamiento o formalización de pareja  con  el pasaje a la adultez, el resultado podría llegar a ser desolador… Y sin embargo, el resultado es una comedia exquisita, por momentos desopilante, que coloca al lugar común en el centro de la escena para darlo vuelta y convertirlo en objeto de disección.
Días de vinilo, la nueva película de Gabriel Nesci (Ver trailer aquí) es una comedia inteligente, con un guión impecable y actuaciones sobresalientes que nadie debería dejar de ver (quien haya visto la serie televisiva Todos contra Juan del mismo realizador, podrá ir haciéndose una idea de lo que estoy hablando). Damián (Gastón Pauls), un guionista frustrado anclado en la comedia de amor pasatista, Facundo (Rafael Spregelburd), un ex compositor dedicado a vender parcelas en un cementerio privado, Marcelo (Ignacio Toselli), un John Lennon petiso y desarticulado, empecinado en ganarse un viaje a Liverpool a través de la competencia de su banda tributo, y Luciano (un impecable Fernán Mirás), un disk jockey obsesivo y paranoico que tiene un programa de radio, son los protagonistas de esta historia coral que dialoga a un tiempo con Woody Allen y con Abel Santa Cruz.
Damián, abandonado por Ana  (Carolina Peleritti), una fría y calculadora crítica de arte, conoce a Vera (una adorable Inés Efrón), sencilla y hasta naif que se atreverá a destrozar su nuevo guión desde el punto de vista del espectador común. La obvia parodia de las relaciones entre artista, crítica, mercado y público se ponen en evidencia a través de este personaje cuyo guión termina siendo, además, una especie de puesta en abismo de la propia película.
Por su parte, Marcelo, obsesionado por hacer funcionar su banda, cuyo único miembro vitalicio es él mismo, conoce de pronto a una colombiana con rasgos orientales, cuyas iniciales son Y.O. y ya no podrá salir de la encrucijada entre seguir sus sentimientos o continuar trabajando para la banda.
Luciano, enamorado obsesiva y patológicamente de Lila, una sensual y exitosa cantante de rock (Emilia Attias), que lo denigra permanentemente a través de todas y cada una de las formas que encuentra para hacerlo, sufre temporariamente una pérdida total de audición, que le niega la música, el único vínculo verdadero que puede establecer con la realidad.
Finalmente, Facundo es el único que ha sido capaz de mantener un vínculo amoroso durante más de diez años con Karina (Maricel Álvarez), la típica novia dominante y decidida con la que está a punto de contraer matrimonio. Pero claro, la “formalidad” le ha significado a Facundo la pérdida de la sensibilidad artística y lo ha convertido en un buen vendedor de la muerte.
Párrafo aparte merecen las intervenciones de Leonardo Sbaraglia como Leonardo Sbaraglia en busca de un guión que lo represente en sus diálogos con Pauls. Imperdibles.
A pesar de cierta recurrencia en los estereotipos femeninos que insisten en la existencia de mujeres ángeles (Efrón, Álvarez) y de mujeres demonios (Attias, Pelleritti), Días de vinilo logra hacer del lugar común un objeto artístico digno de las mejores comedias. Los guiños permanentes al mundo de la música de los setenta y los ochenta, la parodia bien lograda de las comedias de amor norteamericanas, la pregunta por las relaciones entre crítica y artista, entre artista y público, la puesta en abismo de la propia comedia y, por sobre todo, las enormes actuaciones y el excelente guión de Gabriel Nesci son los ingredientes que hacen de esta película, la prueba de que el cine argentino es también capaz de hacer excelentes comedias.
No se la pierdan.
Hasta la próxima.

Próxima entrega: Cornelia frente al espejo de Daniel Rosenfeld.