¿Es posible llevar al cine un texto literario? Sí, es posible. Así lo han demostrado cantidades de películas que han trabajado con enormes textos literarios y los han llevado al cine de manera más o menos exitosa. Ahora, ¿es posible llevar al cine un cuento como "Cornelia frente al espejo" de Silvina Ocampo y seguir haciendo cine? ¿Qué pasa cuando el cine más que cine es literatura para ver? ¿Qué pasa cuando todavía tenemos la impresión de estar leyendo antes que estar viendo cine? Pasa la sorpresa, la sensación incierta de estar leyendo imágenes y voces ya escuchadas, ya imaginadas, ya entrevistas hace tiempo en eso que crece entre las letras y el sujeto que lee. Y como toda sorpresa, desestabiliza, vuelve extraño aquello que hasta un instante nos resultaba tan familiar: el simple hecho de que la literatura es literatura y el cine es cine. En Cornelia frente al espejo de Daniel Rosenfeld se desdibujan los límites entre palabras e imágenes, entre diálogo y guión, entre música y poema, entre leer y mirar...
Eugenia Capizzano es, efectivamente, Cornelia. Aun cuando la fotografía, la elección de los objetos y de la casa logran el clima fantasmal y único que ha sabido generar la escritora a lo largo de sus textos, no cabe la menor duda de que la interpretación de la protagonista hace la diferencia entre la sensación de estar viendo el cuento de Silvina Ocampo o de estar viendo una lectura más.
Y la película es el espejo que de pronto es "a través" y es puerta al otro yo y al otro y al otro y al otro... Una casa que habla a través de sus paredes, de sus cuadros antiguos y callados donde habitan fantasmas: los propios, los ajenos —que son también los propios y los ajenos— Los objetos que cobran vida como las imágenes, como los muertos, como las muñecas de piedra: un televisor que encierra al cisne que muere bailando, una caja de música antigua que llora, gime, expresa la alegría y el dolor de estar a punto de morir, a punto de vivir... Y hasta el vestido que lleva puesto Cornelia es el vestido de Cornelia, con cierre al costado como los de mamá, como los de las tías, con amplia falda clara que planea en el aire y que vela y revela las formas de un cuerpo que ya no quiere ser más y, sin embargo, quiere seguir siendo:
"—¿Qué piensa hacer con el cadáver? ¿Piensa cortarlo en pedacitos? ¿Piensa dejarme aquí tendida en el suelo? ¿Sabe usted que hay ratones en esta casa y que podrían desfigurarme? ¿Si resolvieran comer la punta de mis dedos? ¿Si me dieran un mordisco en la nuca o en la garganta? ¿Usted se da cuenta el dolor que yo sentiría?
—Los muertos no sienten nada, señorita.
—Eso es lo que usted cree, señor. Los muertos son muy sensibles. Sienten todo. Son más lúcidos que nosotros. Si usted les ofrece carne o vino no lo apreciarán, pero hágales oír música o regáleles perfume, y verá. Nunca están distraídos."
Juego de dobles, de dobles conocidos, de dobles otros, Cornelia frente al espejo, la película de Daniel Rosenfeld, es también el doble de "Cornelia frente al espejo", el cuento de Silvina Ocampo: su espejo, su muñeca de piedra, su fotografía, su amante y su asesino. Es cine para leer, literatura para mirar. Es Cornelia que, frente a sus espejos, está a punto de morir para empezar a sentir esto que no es cine, que no es literatura, es otra cosa...
Hasta la próxima.