La media luz de la sala todavía no se ha vuelto noche oscura y la desconfianza crece a medida que pasan los avances de futuros estrenos. Se me hace larga la espera. Desconfianza pero también ansiedad. Tengo muchas ganas de ver esta película. Aunque me gusta mucho Elvis. Aunque nunca me tragué el verso de que Armando Bo lo hacía "a propósito"...
Cuando la oscuridad plena anuncia finalmente el comienzo del filme, me relajo en la butaca para disfrutar una vez más de la magia del cine. Grave error. Nada de calma, nada de relax. Desde las primeras escenas, me abismo en una experiencia tan extrañamente singular como poderosa y genial. Es que El último Elvis es como un camino sinuoso y mal iluminado en cuyos bordes hay precipicios inmensos en los que permanentemente nos sentimos a punto de caer. "¿Y ahora qué?", me pregunto después de una escena en que Elvis enojado por el mal sonido de ese club de cuarta, abandona el escenario y se encierra en el baño aparentemente para ya no volver a salir... ¿Cómo se sale del baño? ¿Cómo se sale del lugar común?, ¿qué vuelta de volante, qué maniobra sacará de la galera para no caer, junto con toda la película y las excelentes actuaciones, al fondo del precipicio más oscuro?
Y así una y otra vez... Cada vez que parece que vamos a volcar, cada vez que la película roza el borde y está a punto de caer, una frenada... una maniobra que esquiva el camión de frente... y el viaje continúa tan mágica, tan inesperadamente como sólo pueden hacerlo continuar quienes están acostumbrados al volante y al manejo de las cámaras, como sólo pueden hacerlo continuar quienes saben pulir el guión, exacto y por momentos, perfecto, hasta las últimas consecuencias...
Lo extraordinario es que la película no cae nunca, aun cuando siempre está a punto de caer...
El último Elvis se construye en el límite: el límite entre el drama y lo bizarro, entre lo familiar y lo extraño, entre eso que dicen que soy y el deseo de ser otro...
John Mclnermy, el actor que protagoniza a Carlos Gutiérrez —un obrero metalúrgico que, por las noches, imita a Elvis Presley— es, en su vida real, un arquitecto que, por las noches, imita a Elvis Presley. Y es, además, uno de los mejores aciertos de la película: impecable en su actuación, lleva el desdibujamiento del límite entre la realidad y la ficción al umbral mismo de la estructura constructiva del filme: ¿Quién es, en verdad, este John Mclnermy que representa a un Carlos Gutiérrez que representa a Elvis Presley?
El drama familiar (la separación, la hija amada que lo desconoce, el accidente, el reencuentro...) no es más que una de las tantas realidades posibles. La otra es la realidad del deseo, allá donde somos otros aunque quienes estén cerca apenas puedan notarlo: ¿Hasta qué punto Carlos no sabe que es Carlos y que Elvis no es más que el deseo de lo otro? ¿Hasta qué punto Priscila es Priscila y Lisa Marie es Lisa Marie? ¿Hasta qué punto esos sandwich de banana con manteca de maní, esos trajes tan extravagantemente suyos y tan familiarmente ajenos y las patillas vueltas negras por la magia del pincel no son más que avances de la película final, del deseo realizado de un Elvis que sólo será Elvis en la escena final del producto final?
Juego de límites y de espejos, de cámaras en mano y encuadres extraños, de músicas dobles y silencios estridentes, El último Elvis se me ocurre la última película de Elvis. Por mucho, por muchísimo tiempo... Al menos es la película de Elvis que elijo para que sea mi última.
Hasta la próxima.
16 comentarios:
Movilizante tu comenterio, como todas tus entradas. Iré a verla y vuelvo!
Ahora si me llega por mail, profe. No vi la peli pero con este comentario no puedo perdermela. Como anahí, volvere cuando la vea.
Saludos profe, siempre un placer leerla!
Cristian
Vi la película, Laura, casualmente también el sábado... Tiene un clima especial, denso y sensible. Sentí cierta incomodidad durante toda la película que no alcanzaba a entender muy bien. Tu comentario me hizo saber exactamente de dónde provenía. Excelente artículo.
A mí también me gustó mucho y sobre todo me pregunté cómo iba a terminar. No habia leido nada de la película y también estaba a la expectativa de hacia donde iba.
Está buena para trabajar el tema del doble que trabajás en el taller.
Qué bueno que una película, una historia nos amenace con derrapar y no lo haga, o al menos no lo haga como esperamos... Al final de cuentas, el deseo siempre es deseo de otra cosa. Muy buena reflexión.
Cristian, Anahí: No se la pierdan y, como siempre, los espero para seguir la charla!
Pedro: Creo que esa incomodidad es lo más valioso de la película. Como dice Alejo: que una historia nos "amenace" (me gustó la palabra) es una de las formas de intranquilidad en que el arte nos debe colocar de uno u otro modo, esa incomodidad que nos despierta del sopor de la pasividad a la que nos han acostumbrado tantas otras formas de hacer cine.
Elsa: Sí, está buena para trabajar el tema del doble. ¡A ver si te animás y escribís algo para el blog del taller! ¿Con qué texto literario podríamos hacer conversar esta película?
Y esta es la mejor crìtica, lejos.
Gracias, tolenti! Bienvenida a este espacio!
La plenitud de un ser colocada en el momento exacto de la muerte. Y la certeza de saber que el único punto de encuentro con uno mismo es el último suspiro. Donde uno mismo, en realidad tampoco es uno mismo, sino el intento más cercano.
Besos!
Guau! Anahí: Con esa poesía, cómo todavía no me abrió un blog,m´hijita!
Gracias, en serio, por agregar poesía a este espacio!
Me llenan de alegría tus palabras, pero solo es producto de ser una buscadora compulsiva de mi misma y de la verdad.
Verdad que con el tiempo me di cuenta que es igual a la mentira, como al todo y a la nada. Porque hay tantas verdades como realidades haya y tantas mentiras como verdades, dependiendo de la premisa detonante. Al igual que la inmensidad del todo, como la diminutéz de la nada.
Que con el tiempo comprendí que en el instante preciso de sentirme encontrada con el centro mismo de mi esencia, dudo de ser yo la imagen de ese encuentro, porque en ese mismo instante, ya no soy quien era.
Que con el tiempo entendí que yo soy porque vos sos y vos sos porque yo soy (como en este momento), y que si yo no fuera quien soy, vos no serías quien sos.
Y allí entran a jugar los espejos; los agenos y los propios. Las miradas, los conceptos, los prejuicios, lo absoluto y lo relativo, objetividades y subjetividades. Las circunstancias y la historia de los sujetos.
Y para no continuar colgada de esta recta infinita (tu recta, Borgeana e infinita) vuelvo al punto de partida, que no sé si es el mismo que el de origen, buscando la verdad que nunca encuentro, que son tantas como ninguna, al igual que yo.
Perdón si mi delirio es vulgar, sabés que no soy poeta, pero si una eterna agradecida de aquel que como vos, entrega algo que conmueve.
Besos!
Pedón, sonó feo! ... si yo no fuera quien soy, vos no serías quien sos y "viceversa". (Cuestión de miradas).
Que vergüenza, el ego me traicionó nuevamente, ... si "vos" no fueras quien sos, yo no sería quien soy y viceversa.
Volví porque si no lo aclaro, hoy no duermo.
Consecuencias del dejar fluir sin haber hecho un borrador jaja!
Recién terminé de ver "El último Elvis". Me fascinó el guión. La imagen final que desarma toda la construcción épica del final es genial.
Por algo Iñárruti lo convoca al nieto de don Armando para sus guiones...
Y ni hablar del hallazgo del cover de Elvis, un protagónico soñado.
Muy hermoso tu comentario y toda la alegoría del camino sinuoso.
Gracias, Lili. Aunque es una película muy sórdida, sabía que te iba a gustar... porque, además, es muy hermosa.
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