“—Te llamas Rosetta.
—Me llamo Rosetta.
—Has encontrado un trabajo.
—He encontrado un trabajo.
—Te has hecho un amigo.
—Me he hecho un amigo.
—Llevas una vida normal.
—Llevo una vida normal.
—No te caerás al hoyo.
—Me llamo Rosetta.
—Has encontrado un trabajo.
—He encontrado un trabajo.
—Te has hecho un amigo.
—Me he hecho un amigo.
—Llevas una vida normal.
—Llevo una vida normal.
—No te caerás al hoyo.
—No me caeré al hoyo.
—Buenas noches.
—Buenas noches.”
Es Rosetta quien murmura estas palabras mientras se mira en una pared que no la refleja. Es uno de los escasos momentos en que deja de correr y, a punto de dormir, se queda quietita, mirándose opacamente contra el muro prestado de su amigo Riquet. Es también el momento en que aflojamos los hombros y suspiramos profundo para tomar aire. Es sólo un instante, segundos después, volveremos al vértigo de la cámara en mano, que nos hará seguir corriendo detrás de Rosetta sin saber muy bien adónde va tan apurada y adónde nos lleva la cámara detrás de una muchacha que gran parte de la película, nos da la espalda.
Rosetta, una co-producción belgo- francesa de los hermanos Dardenne (El niño, El hijo, El silencio de Lorna), se estrena en Buenos Aires diez años después de ganar la Palma de oro en Cannes en 1999.
—Buenas noches.”
Es Rosetta quien murmura estas palabras mientras se mira en una pared que no la refleja. Es uno de los escasos momentos en que deja de correr y, a punto de dormir, se queda quietita, mirándose opacamente contra el muro prestado de su amigo Riquet. Es también el momento en que aflojamos los hombros y suspiramos profundo para tomar aire. Es sólo un instante, segundos después, volveremos al vértigo de la cámara en mano, que nos hará seguir corriendo detrás de Rosetta sin saber muy bien adónde va tan apurada y adónde nos lleva la cámara detrás de una muchacha que gran parte de la película, nos da la espalda.
Rosetta, una co-producción belgo- francesa de los hermanos Dardenne (El niño, El hijo, El silencio de Lorna), se estrena en Buenos Aires diez años después de ganar la Palma de oro en Cannes en 1999.
Rosetta vive en una casa rodante alquilada con su madre, quien permanentemente se prostituye por un poco de alcohol. Ya en la primera escena del film nos atolondramos detrás de un bulto que corre a través de los pasillos de una fábrica cuyo encargado le notifica que, terminado el período de prueba de su trabajo, ha sido despedida sin justificación alguna por su patrón. Siempre desde atrás, como si la cámara quisiera entrar en una historia que le está absolutamente vedada, asistimos a la desesperación de Rosetta, a su violencia, a su necesidad de trabajar que es casi más fuerte que la necesidad de respirar. Poco más que eso sabremos de Rosetta: que en su búsqueda desesperada por un trabajo, observa el modo en que Riquet realiza su rutina diaria como quien quiere tragarse el hacer, el único hacer que le permitirá ser digna, que le dará la posibilidad de ya no ser más un animal.
Sabremos también que sufre de fuertes dolores de vientre pero nunca descubriremos la causa. Podemos suponer que es el agua que llena en su botellita de plástico cada vez que va a la ciudad, que son las truchas que pesca clandestinamente en un arroyo quizás contaminado..., pero todas las explicaciones no serán más que conjeturas para cubrir los huecos que la historia tan bien escatima, porque hasta tenemos la sensación de que la mirada detrás de la cámara sabe, incluso, menos que nosotros.
Sabremos también que sufre de fuertes dolores de vientre pero nunca descubriremos la causa. Podemos suponer que es el agua que llena en su botellita de plástico cada vez que va a la ciudad, que son las truchas que pesca clandestinamente en un arroyo quizás contaminado..., pero todas las explicaciones no serán más que conjeturas para cubrir los huecos que la historia tan bien escatima, porque hasta tenemos la sensación de que la mirada detrás de la cámara sabe, incluso, menos que nosotros.
Asistiremos también al rito de cambiar los zapatos por las botas de trabajo que Rosetta esconde en un caño en medio del bosque que separa al camping de la ciudad de bocinas y motores desaforados en donde la joven espera conseguir un trabajo… Y por sobre todas las cosas, sabremos que Rosetta es una mujer desesperada y que sólo la desesperación puede llevar a un ser humano a cometer el acto aberrante y arltiano que cometerá en pos de una “vida normal”.
Mientras tanto, lo visual se vuelve físico: se nos contractura la espalda cuando tratamos de ayudarla a levantar las pesadas bolsas de harina para preparar la masa de waffles, nos falta el aliento cuando tratamos de levantar a la madre, cuyo cuerpo inerte por el exceso de alcohol nos pesa en el cuerpo como una culpa ancestral o cuando intentamos transportar la pesada garrafa durante esos 40 o 50 interminables metros que separan el almacén de su casa.
La ausencia de música se siente también en el cuerpo: la moto de Riquet fuera de campo penetra en la piel antes que en los oídos y los ruidos del barro, del cemento, del tránsito indiferente y ajeno… y hasta el peso de la cámara al hombro… todo se vuelve llaga, carne viva, todo se siente en el cuerpo como se sienten los órganos cuando empezamos, por el dolor, a saber que allí estaban.
Cuando sobre el final, Rosetta se detiene para mirar a la cara al objeto de su traición, Rosetta finalmente llora, desconsoladamente llora... y en el momento en que un fragmento de los brazos de Riquet se acercan a la protagonista, la cámara la abandona y Rosetta, la película, termina en la mitad de un plano o, mejor dicho, en medio de un plano cortado a golpe de tijera, termina sin dejarnos saber si los brazos de Riquet son brazos de abrazar y, sin embargo, ese corte nos deja inventar el abrazo que no vemos… Después de todo, durante la hora y media que estuvimos corriendo detrás de Rosetta nos ha faltado el aire y nos ha dolido el vientre y el corazón y sobre todo nos hemos preguntado por qué Rosetta no llora: grita, escupe, patea… y corre… por sobre todas las cosas corre, pero no llora, corre y nos agota, nos extenúa de tal forma que le pedimos que pare, que pare, que pare por favor de una vez. Tal vez por eso, cuando se detiene es para sentarse en el pasto y llorar y tal vez por eso, cuando Rosetta llora, la cámara la abandona porque, tal vez, la mirada detrás de la lente no ha buscado más que eso: que se detenga de una vez, que nos mire a los ojos y llore para que podamos aflojarnos y para pedir que unos brazos, cualesquiera de los brazos amigos, nos siente en el suelo y nos haga aflojar el cuerpo, nos masajee suavemente la espalda y nos deje también llorar a nosotros nuestras propias traiciones.
No vayan a ver Rosetta si les gusta el cine pasatista de Hollywood, no vayan a ver Rosetta si son de los que van al cine como se va a un parque de diversiones. Pero si creen que el cine es una de las experiencias estéticas más maravillosas de los últimos siglos, no dejen de ver Rosetta, una de las películas más bellas y desestabilizantes del cine universal.
Mientras tanto, lo visual se vuelve físico: se nos contractura la espalda cuando tratamos de ayudarla a levantar las pesadas bolsas de harina para preparar la masa de waffles, nos falta el aliento cuando tratamos de levantar a la madre, cuyo cuerpo inerte por el exceso de alcohol nos pesa en el cuerpo como una culpa ancestral o cuando intentamos transportar la pesada garrafa durante esos 40 o 50 interminables metros que separan el almacén de su casa.
La ausencia de música se siente también en el cuerpo: la moto de Riquet fuera de campo penetra en la piel antes que en los oídos y los ruidos del barro, del cemento, del tránsito indiferente y ajeno… y hasta el peso de la cámara al hombro… todo se vuelve llaga, carne viva, todo se siente en el cuerpo como se sienten los órganos cuando empezamos, por el dolor, a saber que allí estaban.
Cuando sobre el final, Rosetta se detiene para mirar a la cara al objeto de su traición, Rosetta finalmente llora, desconsoladamente llora... y en el momento en que un fragmento de los brazos de Riquet se acercan a la protagonista, la cámara la abandona y Rosetta, la película, termina en la mitad de un plano o, mejor dicho, en medio de un plano cortado a golpe de tijera, termina sin dejarnos saber si los brazos de Riquet son brazos de abrazar y, sin embargo, ese corte nos deja inventar el abrazo que no vemos… Después de todo, durante la hora y media que estuvimos corriendo detrás de Rosetta nos ha faltado el aire y nos ha dolido el vientre y el corazón y sobre todo nos hemos preguntado por qué Rosetta no llora: grita, escupe, patea… y corre… por sobre todas las cosas corre, pero no llora, corre y nos agota, nos extenúa de tal forma que le pedimos que pare, que pare, que pare por favor de una vez. Tal vez por eso, cuando se detiene es para sentarse en el pasto y llorar y tal vez por eso, cuando Rosetta llora, la cámara la abandona porque, tal vez, la mirada detrás de la lente no ha buscado más que eso: que se detenga de una vez, que nos mire a los ojos y llore para que podamos aflojarnos y para pedir que unos brazos, cualesquiera de los brazos amigos, nos siente en el suelo y nos haga aflojar el cuerpo, nos masajee suavemente la espalda y nos deje también llorar a nosotros nuestras propias traiciones.
No vayan a ver Rosetta si les gusta el cine pasatista de Hollywood, no vayan a ver Rosetta si son de los que van al cine como se va a un parque de diversiones. Pero si creen que el cine es una de las experiencias estéticas más maravillosas de los últimos siglos, no dejen de ver Rosetta, una de las películas más bellas y desestabilizantes del cine universal.
Ver trailer aquí
9 comentarios:
La encontré para ver on-line (aunque doblada en español).
Y como confío en todas tus opiniones, posiblemente la mire ahora mismo.
Gracias!
La protesis de tu hija.
Laura: andás bien para sembrar ganas de ver pelis! Te cuento q en estos días me dediqué a ver las pelis del seminario q no había visto en su momento (más vale tarde q nunca, jaja) Buena suerte con este blog!
BUENÍSIMO! Seré tu fiel seguidora en la compu y en el cine. Suerte en este nuevo emprendimiento! Beso Marta
Hola Tia!!
FELICITACIONES!!!
Los cumples siempre traen sopresas y cuando una diosa llega a los 50's más !!!! Pero en este caso la sorpresa es para los que te conocemos (qué lindo regalo)..
Las otras te las digo en secreto!!! jaja
Besitos negra!!
"Rosetta no llora: grita, escupe, patea… y corre… por sobre todas las cosas corre, pero no llora, corre y nos agota, nos extenúa de tal forma que le pedimos que pare, que pare, que pare por favor de una vez."
¡Cómo entiendo esa sensación de correr sin parar y sin salir del living de casa!
Me dieron ganas de verla, muchas (aunque yo mire de TODO en el cine, aunque sea de ésas que van a mirar Spiderman o Mamma mia!, bien vale un "la Biblia y el calefón" en este caso y que deje la maquinaria hollywoodense de lado)
Bienvenida a la blogósfera, amiga.
Mis respetos totales, (formalita, la nena)
¿Qué decirle? AMO SU DECISIÓN. Sabe lo mucho que quiero y admiro, y me hago adepto a su blog. He escuchado maravillas de Rosetta y ahora que me la recomienda usted voy a verla. ¿Sabe que terminé el Werther? Lo adoré, y empeze a leer a la Woolf (por dios que lenguaje) Profe, muy felices 50, lo mejor está por venir. Y se que le va a ir fantástico si sigue dandole leña a la hoguera de las letras.
Un gran abrazo
Viniendo esta crítica, de una persona como vos, la película debe ser realmente excelente.
Éxitos en el blog y en todo mami.
Sabés que estoy orgullosa de llevar tu sangre.
Te amo.
Manuela.
Vi "Rosetta" hace dos años para un curso, bajada de internet, sin subtitulado y me voló la cabeza. Me despistó ver el cartel en el cine porque es una producción anterior a "El silencio de Lorna" pero sentí que era la oportunidad de volver a verla, con subtítulo, en pantalla grande, porque "Rosetta" es una joya.
Te felicito por tu comentario que comunica todos los sentimientos encontrados que provoca la película. Tu texto es una unidad en sí mismo. No importa si el lector del blog ha visto la película. De un modo u otro todos somos ciegos, vos hiciste mágicamente visible para todos con tus palabras esa intensa narración que se basa en la imagen. Me hiciste acordar a "Un hombre en la oscuridad" de Paul Auster, donde el protagonista, un hombre enfermo de 72 años ,ve películas con su joven nieta que ha perdido a su pareja, ambos son náufragos en este mundo y el cine es la tabla a la que se aferran en la oscuridad. Auster incorpora comentarios de películas, uno de ellos, sobre "Cuentos de Tokio" de Ozu (película que nunca vi) me hizo llorar.
Volviendo a Rosetta, duele su obsesión por vivir, a toda costa. Duele su meticulosa intención de suicidarse. La historia no se cierra. La historia termina con ese corte de hacha final, como decís vos. La cámara pudorosa de los Dardenne cierra los párpados. ¿Habrá un mínimo rayito de felicidad para Rosetta en este mundo? ¿O lo mejor será que el gas la ayude a dormir para siempre y parar de una buena vez? El espectador tiene que elegir. Y yo elijo que después del llanto se desate ese nudo y Rosetta empiece a caminar, no a correr. Porque aunque la vida suele ser decepcionante, vale la pena intentar ser feliz. A pesar del dolor de panza o las arcadas que nos producen la hipocresía de los otros o nuestras propias mentiras y traiciones. Vale la pena intentar ser feliz.
Las entradas de Manu son otra obra de arte. Nada me emociona más que esa admiración y amor confeso de tu hija adolescente. Es algo hermoso.
Espero seguir pensando el mundo a través del cine con vos.
Hasta la próxima.
Es verdad, Lili, yo también me quedo con la lectura optimista: tanta energía no puede terminar con una garrafa de gas. Y sí, es una joya, y sí, el buen cine, como toda buena ficción, es la tabla que nos salva de lo que llamamos "realidad".
Lujo de comentarios! Como decía, son los que permiten "seguir la charla". De eso se trata. Gracias!!
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